Según un estudio del Banco Mundial, el impacto de la COVID-19 ha dado lugar a numerosas comparaciones: con la crisis financiera mundial de 2007-08, con la Segunda Guerra Mundial e incluso con crisis que solo conocemos a través de los libros de historia.
Durante los últimos 12 meses, la pandemia ha perjudicado en mayor medida a los pobres y vulnerables, y podría empujar a la pobreza a millones de personas más.
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Este año, tras décadas de avances constantes en la reducción del número de personas que viven con menos de USD 1,90 al día, la COVID-19 marcará el primer revés en la lucha contra la pobreza extrema en una generación.
En los análisis más recientes se advierte que este año el coronavirus ha empujado a 88 millones de personas más a la pobreza extrema, y que esa cifra es apenas un punto de partida.
El Grupo Banco Mundial (GBM) prevé que el mayor porcentaje de “nuevos pobres” estará viviendo en Asia meridional y que África al sur del Sahara ocupará el segundo puesto, con escasa diferencia.
Según la última edición del informe La pobreza y la prosperidad compartida, el trabajo de muchos de los nuevos pobres se ve más afectada por los confinamientos y otras restricciones a la movilidad”.
Deuda
En abril, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) instaron a la suspensión de los pagos del servicio de la deuda de los países más pobres para que puedan centrar sus recursos en los esfuerzos destinados a combatir la pandemia.
La Iniciativa de Suspensión del Servicio de la Deuda (DSSI) ha permitido a esos países utilizar miles de millones de dólares en su respuesta a la COVID-19.
Sin embargo, el pago del servicio de la deuda a acreedores bilaterales impondrá una pesada carga en los próximos años, por lo que será necesario actuar con rapidez para reducir la deuda y evitar así otra década perdida.
Por otra parte, el informe del Banco Mundial, indica que la pandemia ha resaltado la necesidad de contar con atención médica eficaz, accesible y asequible.
Cierre de Escuelas
En el punto más álgido del confinamiento debido a el coronavirus, más de 160 países habían ordenado distintas formas de cierre de escuelas que afectaban a por lo menos 1500 millones de niños y jóvenes.
Los efectos de la COVID-19 en la educación podrían durar décadas, y no solo causar la pérdida de aprendizaje a corto plazo, sino también reducir las oportunidades económicas a largo plazo para esta generación de estudiantes.
Debido a las pérdidas de aprendizaje y el aumento de las tasas de deserción, dicha generación podría perder unos USD 10 billones en ingresos, lo que equivale a casi el 10 % del producto interno bruto (PIB) mundial.
Y, los países quedarán aún más lejos de alcanzar los objetivos relacionados con la pobreza de aprendizajes, esta podría aumentar considerablemente al 63 % (PDF, en inglés), lo que equivale a otros 72 millones de niños en edad de concurrir a la escuela primaria.
En un contexto en que las condiciones económicas obligan a las familias a tomar decisiones difíciles sobre sus gastos, han aumentado las preocupaciones en torno a las tasas de deserción escolar.
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