“Un superpoder muy especial”

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Todos hemos conocido en las historietas, el cine o en series de televisión personajes con superpoderes: Supermán, Batman, Flash, la Mujer Maravilla, etcétera…

En una lejana galaxia una vez hubo un planeta con muchos héroes con superpoderes. Una vez se reunieron todos con urgencia porque el jefe de la galaxia necesitaba que eligieran al mejor para enviarlo a luchar contra unos delincuentes muy perversos en el planeta vecino.  Pero estaba resultando difícil elegir.

– Para acabar con los malos hay que verlos a través de las paredes, y capturarlos en ese momento- decían unos que tenían supervisión.

– Nada de eso. Solo yendo rápido se puede conseguir que los malos no escapen – respondían los que tenían supervelocidad.

– Siempre escapan volando. Sin volar no se puede ser el mejor – decían los que volaban.

– Nada de eso sirve sin fuerza – respondían los superfuertes.

… Y así siguió la discusión por mucho tiempo. Hasta que apareció el héroe supersabio acompañado por otro personaje muy normal, absolutamente normalito. Era pequeño, delgadito, y además no llevaba ningún traje especial.

– Este superhéroe resolverá el problema – dijo muy seguro el supersabio.

– ¿Sí? Eso no hay quien se lo crea ¿Qué poderes tiene? ¿Es fuerte? ¿Es rápido? ¿Tiene armas secretas? ¿Pero cómo va a luchar contra esos enemigos perversos? – preguntaban todos un poco enfadados.

– Pues yo no sé qué hace – respondió el supersabio- pero funciona.

Todos protestaron, pensando que era una broma, y la discusión prosiguió entre gritos.

Pero algún extraño poder debía tener aquel supernormalito. Porque unas horas más tarde los superhéroes ya no discutían y celebraban entre aplausos que se habían puesto de acuerdo para enviar al personaje normal al planeta vecino.

En el planeta vecino lo recibieron extrañados: nunca habían visto un superhéroe con tan pocos poderes. Además, se pasó semanas sin atrapar a un solo delincuente perverso. Entonces decidieron expulsarlo, pero acudió tanta gente a despedirlo que los jefes pensaron que algo raro pasaba. Llamaron a las cárceles, donde les contaron que estaban casi vacías. La policía explicó que casi no había delitos, y por eso no habían detenido a nadie.

– Yo no tengo ningún poder- explicó el superhéroe normalito. – Solo intento que la gente esté mejor: solo ayudo todo lo que puedo, comparto mis cosas, consuelo a los que sufren, sonrío…

Mientras hablaba con los bandidos estuvo ayudando a otros, curando heridas, ayudando aquí y allá… Los malos se sentían tan a gusto con aquel superhéroe que ninguno de ellos se acordó de salir a hacer fechorías… Pronto todos empezaron a comprender en qué consistía su increíble superpoder: ¡Consistía en ayudar a los demás!

Todos tenemos ese superpoder. Si todos usáramos nuestro superpoder de ayudar a los demás seríamos superhombres y supermujeres y transformaríamos nuestro planeta.

Adolfo Miranda Sáenz

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