Vamos al Punto – La estupidez en política

Vamos al Punto – Enrique Saenz

Nadie escarmienta en cabeza ajena es una expresión popular que se utiliza para significar que, por regla general, nos resistimos a aprender de las experiencias, venturas y desventuras de otros, hasta que sufrimos los percances en carne propia. También nos quiere decir que el sentido común debería llevarnos a entender que nos podemos evitar muchos errores y perjuicios si extraemos enseñanzas de las vivencias de los demás. De hecho, hay otra expresión popular que dice: cuando veas las barbas de tu vecino arder, hay que poner nuestra barba a remojar.

Esta introducción la hacemos pensando en Bolivia. Cierto es que se trata de un país que está geográficamente distante, pero que en términos políticos lo sentimos muy cerca. Basta recordar la solidaridad que despertó en la inmensa mayoría de los #nicaragüenses la lucha del pueblo boliviano por derrotar el fraude electoral que pretendía imponer Evo Morales el año pasado. Solidaridad y entusiasmo cuando la lucha desembocó en la renuncia de Morales y su salida del país.

Desde entonces mucha agua ha corrido bajo el puente. Resulta que mañana domingo son las elecciones presidenciales y parlamentarias, exactamente un año después del abortado fraude electoral.

¿Qué noticias tenemos y qué podemos aprender?

En Bolivia, el sistema electoral establece dos vueltas electorales. Gana en primera vuelta el candidato que obtenga más del 50% de los votos, o bien, el que obtenga más del 40% de los votos y además supere en más del 10% al candidato del segundo lugar.

¿Y qué dicen las últimas encuestas publicadas antes del período de silencio electoral? En todas las encuestas publicadas el candidato del partido de Evo Morales aparece a la cabeza. Si se tienen en cuenta las proyecciones de abstención y votos nulos, supera el 40% en intención de votos.

¿Cómo puede explicarse semejante situación?

Por algo muy sencillo y muy estúpido. Les pido disculpas por la expresión, pero es la más barata que se me ocurre. La causa es la división de las fuerzas que se oponen al Movimiento al Socialismo, el MAS, el partido de Morales. Resulta que la miopía, insensatez y mezquindad de las organizaciones supuestamente comprometidas con la democracia les impidió consolidar una fuerza unida, y allí van, divididos a las elecciones

En breve, la historia es la siguiente: Cuando Morales fue obligado a renunciar, asumió el gobierno la señora Jeanine Añez, con el mandato de conducir el proceso de transición a la democracia. Una vez en la presidencia se alborotó, olvidó su compromiso y se lanzó de candidata. También lanzó su candidatura el líder de la sociedad civil que había encabezado las protestas, Luis Fernando CamachoCarlos Mesa, el candidato que disputó la segunda vuelta con Morales el año pasado, también se postuló. Así, estos tres personajes se pasaron en disputas por liderar a las fuerzas democráticas hasta provocar, por un lado, el desencanto de buena parte de los bolivianos y, por otro, el reagrupamiento del partido de Morales.

Hace un mes, la señora Añez, en un arranque de sensatez renunció a su candidatura, pero ya había provocado bastante daño. Ahora siguen en la disputa Carlos Mesa y Camacho. Como decíamos, este último emergió como una figura en contra del tradicionalismo y como fuerza de cambio y lo que hizo fue entotorotarse y repetir las mismas prácticas de la política tradicional. Con el 17% de apoyo electoral, acaba de declarar que no se apea del caballo, aunque su tozudez encierre el riesgo de que el candidato de Morales gane en primera vuelta.

Las estimaciones son que si Luis Arce, el candidato de Morales, no gana en la primera vuelta, lo más probable es que las fuerzas democráticas se reagrupen y lo derroten en la segunda vuelta. Pero para esas alturas el mal ya estará hecho.

¿Por qué? Porque en estas elecciones también se eligen diputados y senadores, y si el Movimiento al Socialismo obtiene más del 40% de los votos tendría una alta probabilidad de quedarse con la mayoría en el poder legislativo, ventaja que les posibilitaría gobernar desde la Asamblea.

Por supuesto, una victoria del partido de Morales incidiría en la correlación de fuerzas en América del Sur y, en América Latina en general, envalentonaría a los Maduro, a los Ortega, al partido comunista cubano, y representaría un rudo golpe a la fuerza moral y política de la democracia en el continente.

Esperemos que no ocurra, pero, cualquiera que sea el resultado, es importante tomar debida nota y, si pudiéramos, escarmentar en cabeza ajena: Hasta adónde nos puede llevar la mezquidad, la miopía y la estupidez política.

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