Bukele toma posesión en El Salvador, país agobiado por la pobreza, corrupción y la violencia

Bukele

El grito de “¡sí, se pudo!” resonó entre centenares de personas que en la plaza central de San Salvador celebraban la investidura de Nayib Bukele, el hombre de 37 años que ya ha revolucionado la política de El Salvador al romper con el bipartidismo de Arena y la exguerrilla del FMLN, y que el sábado tomó posesión entre las expectativas de sus ciudadanos, cansados de la corrupción, la impunidad y la violencia que los agobia.

Fue una ceremonia en la que Bukele —que triunfó en primera vuelta en las elecciones de febrero con el 53,1% de los votos—, mostró su dominio de las cámaras. Sonriente, vestido de traje azul y camisa blanca sin corbata y abierta en el pecho, con guiños a su esposa, el joven político quería mandar el mensaje de que una nueva era se abre en este pequeño país centroamericano.

“En primer lugar, quiero saludar a los invitados especiales que nos acompañan hoy. Me refiero a cada uno de los salvadoreños que están aquí. En otras épocas ustedes no habrían podido estar en este evento. Esa fue mi primera decisión como presidente electo, que ustedes estuvieran conmigo en esta plaza”. Palabras que generaron el efecto esperado, con una ovación de la que salían gritos apasionados. Un “¡Nayib, te amo!”, se filtró entre el alboroto, arrancando una sonrisa coqueta del nuevo presidente. “No seré el presidente de un partido político”, afirmó.

Es la luna de miel que Bukele (San Salvador, 1981) mantiene con los salvadoreños, quienes ven en él a un redentor capaz de acabar con los males que los afectan, en un país que sufrió una cruenta guerra civil que dejó más de 75 000 muertos, ha sido golpeado por desastres naturales, carcomido por la inseguridad generada por la guerra entre pandillas (entre enero y abril se contabilizaron 919 homicidios) y con niveles de miseria que afectan al 25% de su población, según datos del Banco Mundial.

“No va a ser fácil”, advirtió en su discurso de investidura. “Nuestro país es como un niño enfermo. Nos toca ahora a todos tomar la medicina amarga, nos toca ahora a todos sufrir un poco, tener un poco de dolor, asumir nuestra responsabilidad y sí habrá momentos duros, pero tomaremos decisiones con valentía y espero que me acompañen a defender esas decisiones”.

Fuente: El País

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