¿Hay desunión en la familia…?

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En una aldea remota de la India donde casi no se conocen las frutas, un niño le hizo cierto trabajo a una señora y ésta, en retribución, le obsequió un hermoso racimo de uvas. El chico acarició entre sus manos el racimo. En esa tarde calurosa ¡qué bien le caían esas uvas! Pero el niño pensó: “Mi papá está trabajando en el campo y estará cansado y sediento. Le voy a llevar las uvas a él”.

El papá las recibió con mucha alegría, pero pensó: “Las guardaré para mi hija, para cuando me traiga la merienda. Ella está un poco desganada y quizás se las coma con agrado”.

Cuando la muchacha recibió el racimo de manos de su papá, dio un grito de alegría. Pero de regreso a su casa, durante el camino, se dijo para sí: “Guardaré estas uvas para mi mamá, porque la pobre está tan cansada, y tan pocas veces podemos comer fruta…”.

Aquella noche, cuando la humilde familia terminó de cenar, la madre anunció: “¡Tengo una sorpresa de postre!” Y al instante colocó sobre la mesa aquel hermoso racimo de uvas que ninguno había comido durante el día.

¿Qué fue lo que indujo a cada miembro de esa familia a no comerse el delicioso racimo, sino el amor del uno para con el otro?

¿En qué otro sitio mejor que en el hogar puede y debe expresarse el amor? En el mundo exterior podrá haber violencia, egoísmo y frialdad, pero en el refugio cálido del hogar no debe faltar el afecto leal y profundo. Sobre todo, entre los esposos, entre padres e hijos y entre los hermanos.

Sin embargo, lamentablemente, cuántas veces los hogares carecen del ingrediente primordial del amor. Y las consecuencias no se hacen esperar. Mientras el amor construye el hogar y la vida de una familia, el desamor los divide y desintegra a la familia.

Todos estamos de acuerdo en que hace falta más amor en este mundo, en la tierra. Pero, recordemos siempre que sólo cuando tengamos más amor en nuestras familias, lo tendremos también en el mundo.

Reflexionemos de qué manera se puede acrecentar el amor en el seno de nuestras familias. Sin olvidar que los lazos familiares no se terminan cuando los hijos se van de la casa de sus padres para independizarse y formar un nuevo hogar. Padres, hijos, hermanos… seguirán siéndolo siempre. Reparemos, sanemos y restablezcamos el amor familiar si acaso estuviera dañado.

Una sociedad sana se basa en familias sanas y sólidas. Y es el amor y la unión familiar lo que hace sanas y sólidas a las familias, y por consiguiente a la sociedad y al mundo.

Adolfo Miranda Sáenz

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