“Dejemos que se asienten las aguas”

MENSAJES CORTOS Y ÚTILES

El elefante y la elefanta se divertían y no podían dejar de verse. Hasta que se dieron cuenta de que estaban perdidamente enamorados. Así que el elefante, sin dudarlo, le pidió matrimonio a la elefanta. ¡Una inmensa alegría hubo en las dos manadas de elefantes! ¡Hacía mucho que no se celebraba una boda! Así que organizaron el casamiento con muchísima ilusión. Todo marchaba muy bien. El elefante y la elefanta estaban felices.

Pero llegó el día de recoger los anillos de la joyería el día anterior al casamiento. Eran unos anillos preciosos, increíbles. Con el nombre de ambos elefantes grabados en el interior. El elefante se los colocó en la trompa para llevárselos y se fue muy contento. No había visto nunca unos anillos tan bonitos.

Pero al llegar al río, en la orilla, el elefante tropezó con una piedra, y cayó de forma estrepitosa al agua. El pobre animal se llevó un buen susto y un gran golpe, pero consiguió levantarse. Y al ponerse de pie, comprobó para su desgracia, que uno de los anillos de boda se había caído al agua.

El elefante se puso muy nervioso, sentía que su corazón se iba a escapar del pecho. ¡No podía creer la tragedia que le pasaba! Y se puso a escarbar con las patas, con la trompa, a dar vueltas en círculo… El agua se enturbió por la arena que levantaba con las patas y el elefante no podía ver nada. ¡No podía encontrar el anillo!

Un búho, que había visto todo desde la rama de su árbol, le dijo:

– ¡Tranquilo! ¡Detente!

Pero el elefante no podía oír nada. Estaba tan nervioso, sentía tal ansiedad, que no era capaz de escuchar, solo podía pensar en que no daría tiempo para hacer un anillo nuevo, y que su novia se disgustaría muchísimo al enterarse de lo que había pasado.

Entonces, el búho aterrizó sobre el elefante y le volvió a decir:

– ¡Detente! ¡Tranquilízate!

Y el elefante se dio cuenta de que el búho le estaba hablando. Y decidió escuchar, porque sabía que el búho era uno de los animales más sabios del lugar.

– Estás tan nervioso que no dejas de excavar en el fondo del río. Levantas tierra y enturbias el agua- dijo el búho-. Lo que tienes que hacer es quedarte quieto, muy quieto, esperar y observar.

El elefante hizo lo que el búho le dijo. Al fin se tranquilizó, y la tierra comenzó a depositarse en el fondo del río. El agua se calmó y algo en el fondo comenzó a brillar con nitidez. ¡Era el anillo de boda!

La boda se pudo celebrar sin problemas. El búho tuvo el honor de ser el padrino y los elefantes se dieron el sí mutuamente con sus bellos anillos.  El elefante, por su parte, aprendió una sabia lección:

Cuando las aguas turbias no te dejen ver el fondo del río, no te muevas: espera a que la tierra se asiente y el agua vuelva a mostrarse cristalina. Que no te angustien las aguas turbulentas, revueltas, sucias… Espera. Espera tranquilo. Ya verás cómo se asientan y todo se aclara. En la vida nos angustiamos ante las aguas revueltas, ante las aguas turbulentas, ante esas aguas agitadas que no nos dejan ver nada claro, y así nos precipitamos a tomar decisiones frecuentemente equivocadas. Dejemos que las cosas se calmen, que se asienten las aguas, y entonces veremos todo con claridad. Tengamos paciencia, esperemos con tranquilidad, esperemos siempre que primero se calmen las aguas turbulentas.

Adolfo Miranda Sáenz

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