¿Cómo tener paz en las tormentas?

Adolfo Miranda Sáenz

¿Sabes cómo es una gran tempestad en el mar? El viento fuerte azota los rostros y no permite estar en pie. La fuerte lluvia empapa las ropas cayendo con furia. Los truenos y relámpagos hacen estremecerse a cualquiera. El mar se agita con ferocidad levantando enormes olas. El miedo se apodera de las personas.

Pero al amanecer surge una calma brillante. La paz se instala sobre el agua azul profundo mientras suaves olas besan la playa. Esto parecería imposible unas horas antes. Sin embargo, siempre hay calma después de la tormenta.

Cada vez que pienso en las tormentas del mar pienso en las tormentas peores que las personas sufren en esta vida.

Pienso en el fuerte viento que azota a quienes se han querido y rompen sus relaciones golpeando el corazón. En las aguas tempestuosas de las expectativas frustradas que inundan de decepción el alma. En los sueños rotos que con truenos y relámpagos destrozan los sentimientos.

Las tormentas que nos embisten en la vida son terribles. Traen sufrimiento, decepción, angustia, soledad, miedo, pobreza, enfermedad, depresión, dolor… ¡Y nos hundimos en el dolor!

Cuando golpean esas tormentas, a veces el hundimiento parece inevitable y la esperanza se pierde. Estoy seguro de que has tenido tus propias tormentas en la vida. Quizá estés atravesando una tormenta ahora.

Pero, ¿podemos tener paz en medio de las tormentas?

Una vez Jesús iba con sus discípulos en un barco de pescadores, cuando una terrible tormenta se desató. Era una gran tempestad. Aquellos hombres estaban muy asustados, con miedo y desesperados. Pero Jesús dormía tranquilamente. Entonces lo despertaron preguntándole: “Señor, ¿no te importa que perezcamos?”

Cuánta veces le hemos hecho esa misma pregunta a Jesús en los momentos más críticos que pasamos en la vida: Señor, ¿no te importa que perezca? ¿No te importa que me duela? ¿No te importa que sufra? ¿Cómo voy a vivir con este sufrimiento? ¿Cómo vivir en medio de la tormenta? ¿Cómo tener paz en medio de la tormenta?

Porque sentimos que nos ahogamos con las aguas que suben por la tempestad. Porque el miedo se apodera fácilmente del alma, ¿No es así? Nuestra respuesta humana, al igual que la de los discípulos, frecuentemente reemplaza la confianza en Jesús con el pánico total y con la duda.

Sin embargo, podemos encontrar paz en medio de la tormenta. Podemos esperar que la tormenta pase teniendo paz en el corazón. La tormenta no será eterna. Nada es para siempre, solo Dios es eterno.

Cuando pienso en las terribles tormentas del mar, también pienso en la calma que llega al amanecer. Podemos soportar la tormenta en calma, en paz, si mantenemos la fe y la esperanza mientras la tormenta pasa.

A los gritos de los asustados discípulos Jesús se despertó, se levantó y dio una orden al viento y al mar: ¡Paren! ¿Deténganse! Y todo se calmó y quedó tranquilo. Entonces Jesús les reclamó: ¿Dónde está la fe de ustedes?

Aquellos asustados discípulos no sabían el final de aquella historia. Nosotros sí. Nosotros lo sabemos y lo podemos leer en los Evangelios. Aunque aquellos discípulos sí sabían que su Señor tenía poder sobre todas las cosas… Pero les falló la fe y habían perdido la esperanza.

Nosotros no tenemos que sucumbir al miedo en medio de nuestras tempestades, pues podemos tener paz en medio de las tormentas. Las tormentas de la vida son parte de la vida, inevitablemente. No podemos cruzar este mar de la vida en este mundo sin atravesar por varias tormentas.

Pero nada está fuera del control de Dios. Ninguna tormenta está fuera de su control. Podemos estar seguros de que si confiamos en Jesús y acudimos a Él, con fe y esperanza, Él estará a nuestro lado y nos dará serenidad, valor, consuelo, apoyo, ayuda para pasar en paz hasta las peores tormentas. Y seguros de que toda tormenta pasará y después vendrá la calma.

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