La crisis económica mundial

Foto:AFP

Adolfo Miranda Sáenz

La pandemia del Covid-19, la guerra de Ucrania y la crisis de alimentos y energía, golpearon la economía mundial en 2022. Según el informe de las Naciones Unidas “Situación y perspectivas de la economía mundial 2023”, el crecimiento de la producción mundial que fue solo del 3 % en 2022 bajará al 2 % en 2023.

Se espera que el crecimiento suba moderadamente hasta en 2024 a medida que empiecen a cambiar algunas situaciones adversas. Depende en gran medida de las políticas monetarias que adopten principalmente Estados Unidos, China y Europa, de si las cosas mejoran en la cadena de suministro y de las consecuencias económicas que habría si se prolonga la guerra en Ucrania.

Hay una crisis en la cadena de suministro. Ha costado mucho que las industrias recuperen el ritmo de producción que tenían antes de la pandemia. En esta crisis han influido los cierres forzados y el fallecimiento de 15 millones de personas por el Covid-19, la lenta recuperación de la mano de obra calificada que tuvo que ser despedida, las dificultades para adquirir las materias primas, la lenta normalización del transporte terrestre, marítimo y aéreo, el precio del combustible, unos 300 mil millones de dólares gastados por países de la OTAN para aumentar la capacidad militar de Ucrania. Han sido grandes las consecuencias de la pandemia y de la invasión rusa de Ucrania, que se reflejan sobre todo en una crisis de abastecimiento. 

La crisis en la cadena de suministro produce una crisis en la oferta. La oferta de bienes de todo tipo es insuficiente para satisfacer la demanda mundial actual, ocasionando escasez de muchos productos o frecuentes intermitencias en su producción y en la cadena de distribución hasta llegar al consumidor final, junto el aumento del precio de los mismos. Esto se resume en que muchas cosas no se consiguen y lo que se consigue está más caro.

Es una ley económica ineludible que cuando los productos son escasos los precios suben. Esto produce una inflación a nivel mundial que hizo que el 85% de los bancos centrales de todo el mundo subieran los tipos de interés desde finales de 2021, a fin de controlar la inflación y evitar una recesión. Con subir los intereses se supone que la gente prefiera no endeudarse, ahorrar y gastar menos, y así reducir el dinero circulante, reducir la demanda y finalmente mitigar la inflación que en 2022 fue del 9 % y se espera no superar el 7 % en 2023.

La tecnología avanzada y las costumbres adquiridas en el confinamiento que nos impuso la pandemia hacen que hoy menos personas salgan a comprar a las tiendas o a comer a los restaurantes, y en cambio hagan más compras por teléfono o por Internet. Eso causa que se cierren más establecimientos porque basta un solo establecimiento atendiendo pedidos y enviándolos a domicilio para atender a los clientes que antes atendían varios establecimientos. Esto produce desempleo y, aunque son oportunidades para otros, es un factor que se suma a la crisis mundial.

Estamos ante la mayor crisis del costo de la vida en el mundo de los últimos treinta años, con los precios de los alimentos cerca de los máximos históricos, con fertilizantes que cuestan casi el doble y con el petróleo y el gas disparados por la baja producción de cereales de Ucrania y la dificultad para importar cereales, petróleo y gas de Rusia.

Ojalá se lograra reactivar totalmente el sistema de transporte internacional, que las fábricas del mundo tengan suficiente combustible, mano de obra y una rápida distribución para hacer llegar sus productos hasta los consumidores finales, y se logre la paz en Ucrania. Que cada nación haga lo necesario para que, por causas nacionales, evitables y controlables, no se profundice la crisis en cada país. Y que la crisis mundial no sea pretexto ni excusa para tomar malas decisiones en ninguna nación del mundo.

Sea el primero en comentar

Deje su comentario

Su correo no será publicado.


*