En este día podemos rogar al Padre por intercesión de Su Hijo, que envié a su Espíritu a nuestro país y rogar por Nicaragua, en la que deben de fraguarse sólidos y fundamentales cimientos; dos de ellos son el principio de la dignidad humana y el principio de la libertad, expresa el obispo de Matagalpa y Administrador Apostólico de Estelí, Monseñor Rolando Álvarez.
El principio de la dignidad humana, es fundamental para reconstruir un país. El respeto a la persona y a su dignidad, deben ser los ejes sobre los que debe girar todo esfuerzo para que se conviertan en el fundamento de toda organización social. “El hombre es imagen y semejanza de Dios (Cf. Gen. 1.27); esto significa que está dotado de una inmensa dignidad; y que cuando se atropella al hombre, /…/ se comete una gravísima ofensa a Dios; entonces Cristo vuelve a recorrer el camino de la pasión y sufre los horrores de la crucifixión en el desvalido…”. La dignidad humana viene de Dios, de ser su hijo; Dios al hacerse Hombre, al asumir esta carne le confiere a todo hombre una trascendente, elevada e inviolable dignidad, destaca Monseñor Álvarez.
El diseño de un orden institucional que considere la dignidad humana como cimiento, como pilar, es un Estado servidor de la persona, y es capaz de trabajar y transformar los problemas más sensibles de la sociedad en pro de su desarrollo y crecimiento, y con esto siendo artífice de un orden y convivencia mínima de paz social, es decir, una sociedad democrática y con justicia, expresa el titular de la Iglesia en Matagalpa.
La libertad, es otro pilar sobre el que debe reconstruirse Nicaragua; es la consecuencia del respeto de la dignidad. “La libertad es la medida de la dignidad y de la grandeza del hombre” (Papa Juan Pablo II; ONU, 1996). Podríamos parafrasear a San Juan Pablo y afirmar: La libertad es la medida de la dignidad y de la grandeza de los pueblos. Sin libertad no puede construirse una opción nueva de país. La libertad permite a toda sociedad crecer, conlleva un sentido de responsabilidad individual y social, porque la persona obra con conciencia en pro del bien propio y común, destaca el miembro de la Conferencia Episcopal.
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La libertad debe cultivarse por el Estado y la sociedad para alcanzar una convivencia plena y constructiva. La libertad es autodeterminación, un acto de responsabilidad y un valor que permite el orientar las acciones humanas hacia la comprensión, el respeto y la tolerancia, permite inspirar la construcción de un modelo de sociedad abierta y democrática, que aspira a la paz, señala el prelado.
Cristo, el Hijo Amado del Padre, el que hace “nuevas todas las cosas” (Ap 21,5), nos ayude a todos a abajarnos y a reflexionar para bien de este pueblo y de sus futuras generaciones, dice Álvarez y concluye, Cristo nuestra esperanza nuestra nos ayude. Cristo ayude a Nicaragua.
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