Los nicaragüenses a lo largo de la historia contemporánea nos hemos caracterizado por ser ciudadanos, que con facilidad nos desprendemos de lo poco o mucho que podamos tener con la intención de ayudar a nuestros semejantes, que sufren o atraviesan alguna dificultad, que adolecen de algún bien material, o en el peor de los casos, que lo han perdido todo.
Esta solidaridad siempre ha estado presente en los diferentes momentos adversos que nos ha tocado vivir y salir adelante afrontando: terremotos, maremotos, huracanes, sequías, y otros infortunios no provocados por la naturaleza, sino por la avaricia política, como la fratricida guerra de los años 80, gestada por los mismos gobernantes de hoy, con la justificación de la defensa de una fracasada revolución.
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En todos los momentos adversos las manos solidarias de los nicaragüenses, siempre han estado presente a la par de la dificultad, a la orilla del dolor. El mes de noviembre del 2020, para los nicaragüenses será de tristes recuerdos, nos tocó vivir en menos de 15 días el paso de los huracanes ETA y IOTA, quienes dejaron, pérdidas humanas, destrucción de caminos, carreteras, casas, pérdidas de cosechas y animales domésticos, entre otras cosas.
Tras el paso del devastador huracán IOTA, nuevamente se vivenció la solidaridad con las personas que lo habían perdido TODO, que solamente contaban con la esperanza de resurgir en medio del desastre provocado por la naturaleza. Y es que, la solidaridad es una virtud inherente en los nicaragüenses.
Para mitigar y llevar un poco de auxilio a los damnificados por el huracán, diversas expresiones y grupos sociales, religiosos, y económicos de forma autoconvocada dijeron PRESENTE, para tender la mano amiga de nuestros compatriotas que sufrieron los embates del furioso huracán en varios departamentos del país.
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Pero, a la par de la solidaridad, también floreció la mezquindad y la voracidad represiva del Gobierno, quien a través de diversos mecanismos restrictivos ha querido impedir que organizaciones de sociedad civil, incluyendo organismos religiosos, no lleven a cabo campañas ciudadanas de recolección de víveres y medicinas para asistir a los damnificados, que hoy más que nunca sufren la ausencia de políticas públicas, que a sus comunidades, NUNCA llegan. La solidaridad no es un delito, es un valor que debemos imitar, pero la ceguera gubernamental no entiende de esas virtudes, porque no gobierna, solo reprime para sostenerse en el poder.
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