El Pulso de la Semana – Mundo Jarquín
No me sorprendieron los resultados electorales en Bolivia y tampoco creo se repitan en Nicaragua.
Son casos diametralmente diferentes. Las únicas semejanzas son que Evo Morales y Ortega están vinculados al “Socialismo del Siglo XXI”, y Evo ha estado en Nicaragua solidarizándose con Ortega. Con motivo del 19 de julio de 2018, tres meses después de la masacre de abril, Morales puso un tuit que dice: “En el aniversario del triunfo de la Revolución Sandinista, denunciar que el imperio (Estados Unidos) está desplegando estrategias criminales contra el gobierno del hermano Daniel Ortega…”. ¿Qué les parece?
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Hasta ahí llegan las semejanzas, y que ambos gobernantes no repitieron las desastrosas políticas económicas de Venezuela. Pero a diferencia de Ortega, que ganó con el 38% en 2006, por el pacto con Alemán que dividió al liberalismo, Evo Morales había ganado en 2005 con el 54%. Esa votación la repitió en 2009, incrementándola a 64%, y en 2014 ganó con un porcentaje similar.
¿Cómo se explican esos resultados electorales en Bolivia? Fundamentalmente por dos razones. En primer lugar, en el gobierno inicial de Evo Morales se hizo una postergada reivindicación política, económica y cultural de la población indígena, que es mayoría en ese país. En segundo lugar, porque Bolivia durante más de una década creció económicamente más que cualquier país de América del Sur, redujo la pobreza drásticamente, en especial entre la población indígena, y también hubo una reducción aguda de la desigualdad.
Pero aquí viene otra semejanza. Tanto Evo como Ortega intentaron prolongarse indefinidamente en el poder. En el caso de Bolivia, pese a que Morales había perdido el referéndum de 2016, fue autorizado por la Corte Suprema de Justicia (CSJ) controlada por él, para presentarse de candidato en 2019. Entonces intentó manipular los resultados para evitar una segunda vuelta y terminó en el exilio, por las protestas y que a las fuerzas armadas no había logrado controlarlas. Si el partido de Evo hubiese presentado otro candidato, por ejemplo el caso de Luis Arce quién ganó el domingo pasado, no se hubiese necesitado el fraude.
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El caso de Nicaragua ha sido diferente, aunque la CSJ autorizó en 2009 la presentación de Ortega para una inconstitucional tercera reelección. El fraude en 2011 fue advertido y confirmado, y en 2016 Ortega excluyó a la verdadera oposición.
Y aquí viene otra diferencia. Mientras el gobierno de transición en Bolivia organizó una elección democrática, aquí está por verse si Ortega realiza las reformas electorales, como señaló la resolución de la OEA. No tengo dudas que nos uniremos los opositores, si hay condiciones para verdaderas elecciones. De lo contrario, enfrentaremos una catástrofe económica y política.
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