Nicaragua nunca olvidará aquel 30 de mayo del 2018, principalmente aquellas madres que hoy recuerdan con luto y dolor la partida de sus hijos, luego de asistir a una de las marchas más emblemáticas e históricas, la cual terminó en una masacre.
La oposición había bautizado la movilización “madre de todas la marchas”, y buscaban exigir justicia por la muerte de las personas que participaron en las protestas desde el estallido social de abril cuando exigían la salida del presidente Daniel Ortega. En ese entonces ya eran 76 muertes, según un informe preliminar de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Personas de todas partes del país se hicieron presente en el punto de encuentro, algunos con sus cintillos azules y blancos, otros con pitoretas y mensajes en pancartas alusivos a la lucha cívica. La marcha llegó a reunir casi medio millón de personas, todos a una sola voz que expresaba su descontento en contra del gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
Recuerdo de un reportero
El reportero de la BBC, Arturo Wallace, quien daba cobertura a la marcha, la describe como una de las mayores que había presenciado en suelo nicaragüense. “¿Cómo se va a sostener Ortega si esta es la correlación de fuerzas?”, se preguntaba Wallace al ver tan multitudinaria movilización.
Foto: Franklin Villavicencio | Confidencial
Durante el trayecto de la marcha que partía desde la Rotonda Jean Paul Genie hasta la Rotonda de Metrocentro, las calles se inundaron de gritos, cantos y consignas, en apoyo a las “Madres de abril”, entre ellas Lizeth Dávila, madre de Alvarito Conrado, que había fallecido en las protestas de un disparo en su cuello.
La marcha transcurría de manera tranquila y al concluir el trayecto de la misma, se escucharon disparos desde las inmediaciones de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), enseguida el caos reinó entre los manifestantes que se dispersaron buscando refugio en los lugares aledaños por donde pasaba la movilización, evitando ser alcanzados por una bala.
Momentos que manifestantes corren a resguardarse tras escuchar las detonaciones del enfrentamiento.
El epicentro de los hechos tuvo lugar por el sector del Estadio Nacional Dennis Martínez, donde un grupo de policías y paramilitares se enfrentaban con los protestantes que su única defensa era una barricada de piedras y unos lanza morteros.
Un informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), para la investigación de los hechos violentos ocurridos en el país, notificó que el primer muerto de ese día corresponde al nombre de Orlando Daniel Aguirre Córdoba, de 15 años de edad, por impacto de bala en el tórax “frente al Estadio Nacional. Murió horas después en el Hospital Dr. Fernando Vélez Paiz”, se lee en un documento que esta organización presentó en Washington, en diciembre de 2018.
El protestante Maycol Cipriano González Hernández, falleció en el Hospital Vivian Pellas. Jonathan Morazán Meza, Francisco Javier Reyes Zapata y Daniel Josías Reyes Rivera fueron otras de las víctimas mortales de ese día, de acuerdo al GIEI, que se encargó de recoger estas evidencia para constatar ante la comunidad internacional la brutal masacré que perpetuó el gobierno de Ortega.
Testimonios obtenidos por el GIEI señalan que los manifestantes fueron atacados por francotiradores y armas de guerra que utilizan los grupos paramilitares en conjunto con miembros de la policía nacional desde las instalaciones del Estadio Nacional.
Un video grabado por uno de los manifestantes muestra la veracidad de los hechos de ese horrible día. Algunas personas corrían buscando refugios mientras se escuchaban los disparos en ráfagas que eran dirigidos desde el estadio.
Informe de la oficialista Comisión de la Verdad
Sin duda uno de los momentos más oscuros que se recuerdan de ese día, es que al menos un total de 18 manifestantes murieron y 199 resultaron heridos, datos proporcionados por la oficialista Comisión de la Verdad, Justicia y Paz. La Universidad Centroamericana UCA, lugar cercano al incidente reportó unas 5.000 personas que se refugiaron en el interior de recinto, al escuchar las detonaciones.
La mayoría de las víctimas de ese día se registraron en Managua, al igual que manifestantes de Chinandega, Estelí y Masaya. Braulio Abarca, miembro del colectivo de derechos humanos Nicaragua Nunca Más, calificó el acontecimiento como una masacre atroz.
Foto. óscar Sánchez
Una de las imágenes mas crudas que pudieron observarse en ese momento fue la de un joven que iba a bordo de una motocicleta herido de bala. Se podía ver la masa encefálica expuesta, los reporteros que daban cobertura al evento evitaban fotografiar lo que sucedía por respeto, pero aseguran que resultaba difícil evidenciar “la saña de la represión”.
“De todas las coberturas que he realizado durante la crisis sociopolítica de Nicaragua, la más significativa para mí ha sido la del 30 de mayo de 2018. Además de periodista y fotógrafa, soy hija y hermana; y viviendo estas experiencias he podido imaginar y sentir lo difícil y doloroso que es la pérdida de un hijo o un hermano”, explicaba una colega del antiguo Nuevo Diario en un encabezado publicado el 27 de mayo del 2019.
El mismo informe del GIEI, detalla que días antes, previo a la marcha, circulaba en redes sociales una campaña por parte de simpatizantes sandinistas llamada “Plomo”, con insinuaciones de un posible ataque contra los manifestantes antigubernamentales, y que fue vista como una intimidación para atemorizar a las personas e impedir que salieran a las calles, sin embargo nadie imaginó que Ortega bañaría de sangre el Día de las Madres.
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