Terremoto político salida al plan Ortega-Murillo

Fuente La Revista Penunsular de México: Daniel Ortega Saavedra y su esposa Rosario Murillo

Terremoto político evitaría la victoria del septuagenario líder sandinista, Daniel Ortega Saavedra y Rosario Murillo Zambrana, su esposa, en las próximas Elecciones Generales 2016 en Nicaragua, indica la La Revista Peninsular desde México.

Los periódicos nicaragüenses podrían imprimir ya sus portadas del 7 de noviembre de 2016. Ese día confirmarán lo que todos saben en el país centroamericano: Daniel Ortega será reelegido para un tercer mandato consecutivo.

El triunfo de Ortega dará otros cinco años a su familia para consolidar el control sobre la economía y la política nicaragüenses. Porque el viejo luchador revolucionario, elevado a la cúspide sandinista tras la caída de Anastasio Somoza Debayle en 1979, ha renovado los hábitos totalitarios de sus antiguos enemigos. El comandante sigue también las huellas de otros regímenes de izquierda en América Latina, que transformaron los intereses de los Castro y los Chávez en ideología oficial.

Ortega aprendió bien la lección de 1990. Ese año el Frente Sandinista (FSLN) perdió los comicios y se sumergió en un largo período en la oposición. Durante esos tres lustros de derrotas electorales y conflictos internos en el FSLN –del cual se desprendió el Movimiento Renovador Sandinista (MRS)—el ex presidente conquistó más poder dentro del partido.

Pero Ortega sabe que la existencia de una oposición política fuerte puede causar no pocos dolores de cabeza. Le basta con mirar a su aliada Venezuela. También ha aprendido que la ausencia absoluta de contrarios, manejada con inteligencia, garantiza la perpetuidad al mando de un país. Una enseñanza de su amigo Fidel Castro.

El 29 de julio pasado Ortega consumó un golpe contra la frágil democracia nicaragüense. Ese día el parlamento de mayoría oficialista acató la orden del Consejo Supremo Electoral (CSE) de despojar de sus curules a los diputados del Partido Liberal Independiente (PLI). De esta manera los liberales quedaron al margen de los próximos comicios, en los cuales el FSLN será la única fuerza política importante.

Los sandinistas controlan no solo la Asamblea Nacional, sino también el CSE, la Corte Suprema de Justicia, la Contraloría General de la República, el ejército y la policía. Ninguna institución puede contrarrestar de manera efectiva los designios del comandante. La democracia en Nicaragua, como han reiterado dirigentes opositores, es una farsa.

Junto al comandante, su esposa Rosario Murillo se perfila como la heredera del trono sandinista. Ortega acaba de designarla como su compañera de fórmula en las elecciones de noviembre. Cuando se confirme la victoria del FSLN, Murillo ocupará, con el respaldo de las urnas, un puesto de vicepresidenta que en la práctica ya desempeña.

La “compañera Rosario” es oficialmente la coordinadora del Consejo de Comunicación y Ciudadanía, una suerte de súper ministerio desde el cual controla la información pública, las campañas políticas, los eventos de la presidencia y cualquier asunto en el que estime necesario intervenir. Los hilos de la administración del Estado nicaragüense pasan por la oficina de Murillo.

Los Ortega Murillo han utilizado una parte de los ingresos provenientes del subsidio petrolero venezolano para adquirir empresas, canales de televisión y propiedades inmobiliarias. Laureano Ortega, hijo de la pareja presidencial, ha dirigido las negociaciones con China para la construcción del canal interoceánico y con Rusia para la obtención de apoyo militar. Tres de sus hermanos fungen como asesores de la presidencia.

Algunos críticos del gobierno, entre ellos varios ex miembros del FSLN, han alertado sobre la deriva autoritaria de Ortega. La escritora Gioconda Belli, una reconocida militante sandinista y luego simpatizante del disidente MRS, ha catalogado al actual gobierno de “monarquía”.

Cierto, el régimen de Ortega aún dista de los excesos represivos de la dictadura de los Somoza. Sin embargo, el hecho de administrar el país como si fuese patrimonio familiar resucita las viejas costumbres del somocismo.

Cuando los nicaragüenses se harten de los abusos del comandante, la compañera y su parentela, entonces, ¿cómo sofocarán el descontento popular? ¿Acaso los herederos de la revolución sandinista caerán bajo la furia de otra revolución?

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