El ayer y el hoy

cartas de amor, nicaragua, fabio gadea

Querida Nicaragua: Es que sus tiempos eran otros, me dijo un día un sobrino nieto cuando le hice algunos comentarios sobre el comportamiento de los adolescentes hoy en día. Me contaba con gran naturalidad el trato de algunos maestros con sus alumnos. Por ejemplo se saludan como si fueran gente del mismo nivel y de la misma condición. Idiay fulanó ¿como estás? Ese es un trato corriente sobre todo en secundaria con jóvenes varones y mujeres de 14 a 17 años. Algunos alumnos toman tragos con sus maestros los fines de semana y entran en una camaradería no conveniente en una relación maestro-estudiante. Y esa camaradería entre muchachas que saludan a sus maestros con un beso en la mejilla tampoco es conveniente. Muchachas adolescentes y maestros jóvenes en una relación demasiado familiar y hasta riesgosa.

En los tiempos que corremos los maestros parecen estar obligados a darle el aprobado a los alumnos aunque estén aplazados, una situación imposible de imaginar siquiera en los tiempos del ayer, cuando el buen estudiante aprobaba el grado y el mal estudiante era reprobado y naturalmente estaba obligado a repetir el mismo curso el siguiente año.

Dentro del mundo sencillo de aquel tiempo, los maestros tenían salarios que les permitían llevar el sustento a sus familias. Siempre fueron bajos los salarios de los maestros pero en aquel tiempo eran más baratos los alimentos. Hoy en día el salario de un maestro no le ajusta ni para la mitad de la canasta básica.

En aquel tiempo el maestro era un señor digno de todo respeto. Aquellos alumnos de nuestro tiempo éramos altamente respetuosos con nuestros maestros. Eran los tiempos en que se decía que las letras entraban con reglazos, y no dejaban de tener razón. El profesor aplicaba sus castigos, estirones de orejas o cara contra la pared y los padres de familia agradecían aquel comportamiento que hacía de sus hijos muchachos educados, responsables y cada vez mas instruidos, respetuosos de sus mayores, cumplidores de sus deberes. Así era la educación en los años cincuenta. Tengo gratísimos recuerdos de mis maestros y maestras desde primer grado en mi pueblo natal, Ocotal, Ciudad Segovia. Las maestras María Palma y Elena Jarquín, el maestro Alejandro Granados, el inolvidable maestro Ramón Salgado, a quien todos sus alumnos llamábamos cariñosamente “el maitro Moncho”, profesor de varias generaciones segovianas, hombre formador de verdaderos ciudadanos respetuosos de la ley y de los valores humanos. Del maestro Moncho aprendimos valores cívicos, obediencia, urbanidad y trato social. Con otro maestro, el recordado Monseñor Madrigal que tenía su escuela en la casa cural aprendimos el catecismo, la historia sagrada, los valores morales que hoy tanta falta hacen a cierta juventud.

Los exámenes finales en cada grado se hacían con la presencia del representante del Ministro de Instrucción Pública, que así se llamaba en aquel tiempo a lo que hoy es Ministerio de Educación. Eran exámenes serios, individuales y se hacían oralmente. Nada de llenar formatos mimeografiados. Cada alumno tenía que contestar personalmente cada pregunta o resolver en el pizarrón cualquier problema matemático.

Estamos ciertos de que hoy en día la población se ha multiplicado varias veces y que no podría estudiarse en aulas de 15 alumnos como era antes, pero el sistema pudo haberse ido adaptando a las necesidades modernas y sobre todo, la enseñanza, el respeto, el trato social, la urbanidad, el amor a la patria, el respeto y la defensa de los símbolos patrios son elementos que no tienen que ser sacrificados por el mundo moderno, un mundo con grandes adelantos tecnológicos, un mundo que nos ha hecho vecinos a todos los pueblos de la tierra, una tecnología admirable conquistando otros planetas pero lamentablemente un mundo moralmente angustiado, lleno de injusticias y perversidades, de abusos y ambiciones sin límites, en fin, lamentablemente un mundo en decadencia. Procuremos mejorarlo.

La lucha sigue y la patria vive, buenos días y buenas noches Nicaragua!

Fabio Gadea Mantilla

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