Toque de queda en Irak tras una veintena de muertos en protestas contra el Gobierno

Foto/EFE

Miles de manifestantes, sobre todo jóvenes, han tomado las calles este jueves para reclamar servicios públicos, puestos de trabajo y que se acabe con la corrupción. La protesta, que se inició de forma aparentemente espontánea en Bagdad la semana pasada, se ha extendido a varias ciudades del sur del país, a pesar de que los antidisturbios han usado armas de fuego.

La violenta respuesta policial ha dejado una veintena de muertos, además de cientos de heridos, y pone contra las cuerdas al Gobierno de Adel Abdel Mahdi.

No está claro qué ha desatado la repentina furia de los iraquíes. Pero dos años después de que las autoridades proclamaran el fin de la guerra contra el Estado Islámico (ISIS en sus siglas inglesas), muchos jóvenes, especialmente licenciados universitarios, están perdiendo la paciencia y la esperanza. El 60 % de los 39,5 millones de iraquíes tiene menos de 25 años, según datos de la ONU, y el desempleo juvenil ronda el 40 %. Las protestas parecen fruto de esa frustración.

“Resulta inconcebible que haya 83.000 extranjeros empleados en Irak cuando los jóvenes iraquíes no pueden encontrar trabajo”, se quejaba un chico identificado como Alnael en Twitter donde bajo la etiqueta “protesto por mis derechos” se anima a participar en las manifestaciones.

Ningún partido político ni líder religioso parece estar al frente de este movimiento popular, aunque el miércoles por la noche el populista clérigo chií Muqtada al Sadr animó a sus seguidores a que organizaran “sentadas pacíficas”. Si los sadristas, que ya paralizaron el país en 2016, se unen a los manifestantes, tal vez cambie el carácter de la protesta. Hasta ahora no ha tenido una afiliación comunitaria particular, aunque la brecha geográfica apunta hacia la población chií predominante tanto en Bagdad como en el sur, donde se están produciendo los incidentes; al norte y al oeste de la capital así como en el Kurdistán (todas zonas de mayoría suní) se mantiene la calma.

Fuente: El País

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