Comentario Al Punto: El más cruel de los abriles

Madres de Abril,Ley de Amnistía
Una de las marchas realizadas por Madres de Abril en exigencia de justicia.

Acabo de leer un poema de Ernesto Cardenal escrito hace más de sesenta años dedicado a la rebelión de abril. Un párrafo del poema dice lo siguiente:

En mayo llegan las primeras lluvias.
La hierba tierna renace de las cenizas.
Los caminos se llenan de mariposas y de charcos,
y las noches son frescas, y cargadas de insectos,
y llueve toda la noche.
En mayo
florecen los malinches en las calles de Managua.
Pero abril en Nicaragua es el mes de la muerte.
En abril los mataron.

Yo estuve con ellos en la rebelión de abril. Es posible que alguien se pregunte cómo es que Cardenal escribió un poema hace sesenta años, dedicado a la rebelión de abril. La razón es que hace sesenta años hubo también otra rebelión, en el mes de abril.

El 4 de abril de 1954 se produjo la primera rebelión militar en contra de la dictadura de Anastasio Somoza García. Una rebelión que terminó en una masacre. Una fecha que pocos recuerdan y muy pocos conmemoran.

Un grupo de nicaragüenses, de distinta filiación política, unidos por el ideal de la libertad, montaron un levantamiento armado en contra de Somoza García, que para esas fecha llevaba casi 20 años en el poder y se preparaba para una nueva reelección. El propósito de la rebelión era derrocar la dictadura e instaurar un proceso de cambio democrático. Los conjurados eran conservadores y liberales de aquel tiempo -valga la aclaración, liberales de aquel tiempo- junto a miembros de una organización de jóvenes conocida como UNAP y, esto hay que subrayarlo, con la participación destacada de ex oficiales y oficiales activos de la guardia nacional.

El somocismo enterró, o más bien, desterró de la memoria este episodio histórico. Posterior a Somoza, se quiso imponer como la única historia de rebeldía en contra del somocismo, la historia del Frente Sandinista y así, los héroes de abril quedaron apartados en un rincón oscuro de la historia.

Es nuestra obligación rescatar y enaltecer la memoria de todos los que se inmolaron enarbolando las banderas de la libertad.
Rescatar episodios dolorosos de nuestra historia no significa, de ninguna manera, tener una vocación trágica. La razón es que para tener historia, como país, la debemos conocer completa. Ya se ha repetido, un pueblo que ignora su historia está condenado a repetirla.

El grupo de nicaragüenses que ofreció su vida en abril de 1954, lo hizo después de que Somoza se había burlado repetidamente de la voluntad popular y de la buena fe de la gente, manteniéndose en el poder mediante reformas amañadas a la constitución, compra de conciencias, fraudes electorales, pactos, cárcel, destierros, persecuciones y crímenes. Mientras preparaba las condiciones para una nueva reelección, también preparaba condiciones para la implantación de la dinastía situando a sus hijos en puestos claves: a su hijo mayor, Luis Somoza, en el congreso nacional, y a su hijo menor, Anastasio Somoza, como alto oficial de la Guardia Nacional.

Una simple fórmula sintetizaba la clave de poder de Somoza García. La fórmula de las 3 P. Plata para los amigos, palo para los indiferentes, plomo para los enemigos.

La rebelión de abril fracasó por una suma de razones.

Se dice que el caudillo conservador de esa época, Emiliano Chamorro, que participaba en la conjura, al percatarse de que la operación no estaría bajo su control, incumplió su promesa de asegurar la incorporación de 300 hombres armados.

El plan original consistía en atacar y tomarse los cuarteles centrales de la guardia nacional. Sin embargo, al comprobar que el número de conjurados no era suficiente para ejecutar ese plan, tuvieron que improvisar sobre la marcha y optaron por colocar una emboscada en la ruta sobre la cual acostumbraba transitar Somoza García, por la carretera sur, rumbo a su hacienda Montelimar.

Al final, el dictador no pasó por el sitio pues decidió dirigirse al aeropuerto a recibir unos caballos de raza que le enviaban desde Argentina.

Los movimientos sospechosos y la delación de un traidor destaparon la conspiración y la guardia nacional inició la cacería.

Los combatientes fueron masacrados en los cafetales de Carazo. Unos cayeron en combate; otros fueron asesinados después de ser capturados. Otros fueron torturados, procesados y condenados a prisión.

Los héroes de abril fueron nicaragüenses pagaron con su vida sus anhelos de libertad. Todos ellos merecen nuestro homenaje.
Mundo Jarquín, en el libro que escribió sobre la vida de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, quien también participó en la conspiración, escribió la siguiente frase: “Abril en Nicaragua es un mes cruel….Pero abril de 1954 fue en Nicaragua el más cruel de los abriles…”

La historia repite las lecciones que los pueblos no aprenden. Abril de 1954 fue, ciertamente, un mes cruel, pero, a decir verdad, abril del 2018 fue el más cruel de los abriles.

Es tiempo ya de que aprendamos la lección y desterremos de una vez y para siempre la crueldad de los abriles.
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