Querida Nicaragua:
No me fue posible contar la cantidad de patrullas militarizadas en vehículos Hilux que se fueron colocando en diversos lugares de la capital desde el día viernes en la tarde, en preparación de la hazaña que montaron el sábado antes de las dos de la tarde y apenas las primeras personas empezaban a llegar a la rotonda Centroamérica.
Las rotondas se convirtieron en verdaderos cuarteles y a lo largo del trecho donde pasaría la marcha, las Hilux con antimotines se veían por doquier. El pueblo quiso congregarse para hacer una marcha de unas cuantas cuadras con sus banderas azul y blanco, pues la Constitución de la República permite el derecho de libre movilización en las calles de las ciudades.
Sin embargo la Policía orteguista, que al parecer está por encima de la Constitución, prohibió la marcha programada por la oposición. El pueblo opositor hizo caso omiso de la orden policial y se dispuso a asistir a la marcha portando sus banderas azul y blanco. Y ahí fue Troya. La guardia orteguista la emprendió en contra de los ciudadanos que pretendían marchar y usando la violencia de siempre arrastró a muchos hasta colocarlos en las tinas de las camionetas y llevarlos detenidos.
El espectáculo pudo ser observado seguramente por el señor Rosadilla, representante de la OEA y por el señor nuncio apostólico de su santidad el papa, monseñor Stanislaw Waldemar Sommertag, pues durante unas horas se produjo la violencia que tomó prisioneros a un centenar y medio de personas, incluidas lideresas exguerrilleras sandinistas como Mónica Baltodano y exministros democráticos como Humberto Belli.
Muchos analistas políticos catalogan esta acción violenta de la Policía como un nuevo triunfo del pueblo opositor que reclama la salida de la pareja Ortega Murillo. Se vio, dicen, que el pueblo no tiene miedo de salir a las calles a protestar contra el régimen y a exigir sus derechos democráticos. Y se observó algo mucho más interesante: muchos miembros de la Policía no desean agredir al pueblo, algunos de ellos lo han manifestado a soto vocce entre amigos de confianza.
Ortega está desperdiciando el diálogo que es la forma civilizada de buscarle solución a la profunda crisis que agobia a la nación. Cantidad de dictadores que han querido eternizarse en el poder han caído derrotados por sus propios sicarios cansados de reprimir a sus pueblos. El diálogo es la mejor opción que tenemos todos, tanto el Gobierno como la oposición, eso si no queremos caer en las guerras intestinas del pasado que no nos han dejado construir la democracia que necesitamos. La terquedad y la violencia en política conducen al fracaso. Es hora de que pensemos con el cerebro y el corazón.
El autor es director general de Radio Corporación y fue candidato a la Presidencia de Nicaragua.
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