Enrique Saenz
La falta de escrúpulos de la camarilla en el poder y su capacidad para provocar quebrantos al pueblo nicaragüense, sencillamente no tiene límites. Después de los crímenes, las prisiones, las torturas, las persecuciones, vinieron con el machetazo de las reformas a la seguridad social, y sin dar un minuto de respiro descargaron un golpe brutal con las reformas fiscales. Ahora vienen con un golpe artero que, la verdad, nadie esperaba. Estamos hablando de la compra del Banco de Ortega, conocido como BANCORP, por parte del régimen de Ortega, mediante una ley aprobada por la Asamblea de Ortega.
Vayamos por partes para que comprendamos mejor la gravedad del asunto. Comencemos por el origen del BANCORP.
Uno de los mayores latrocinios de Ortega fue apropiarse de la cooperación petrolera venezolana. En contubernio con sus compinches del gobierno de Chávez, inventaron un mecanismo fraudulento mediante el cual trasegaron miles de millones de dólares a la fortuna personal de Ortega y de su familia, a pesar de existir un convenio de Estado a Estado. De esta manera Ortega se transformó en multimillonario prácticamente de la noche a la mañana.
Según el último reporte del Banco Central, el monto del crédito otorgado por Venezuela se acerca a los 4 mil millones de dólares. Según el Banco, deuda privada. Si sumamos lo que se conceptualiza como “inversión extranjera”, la cifra redondea los cinco mil millones de dólares.
Un papel central en el trasiego fraudulento de los fondos fue la creación de la empresa ALBANISA, cuyos socios son PDVSA, la empresa estatal venezolana exportadora de petróleo, y PETRONIC, la empresa estatal nicaragüense importadora de petróleo. La mayoría accionaria la tiene PDVSA.
Los fondos de ALBANISA se utilizaron para francachelas, proyectos fallidos, programas clientelares e inversiones que florecieron al amparo del poder, principalmente en energía, a tal punto que se convirtió en el mayor generador de energía del país; y en el negocio del combustible, cuyo control les permite imponer los precios más onerosos de Centroamérica. Como principal brazo financiero seleccionaron a CARUNA, una maltrecha cooperativa que milagrosamente se transformó en una acaudalada empresa. Sin embargo, no era suficiente. Urgían de un banco que favoreciera el trasiego de capitales más allá de las fronteras, pues necesitaban protección en los paraísos fiscales para capitales sospechosos, propios y ajenos.
Con este propósito constituyeron el Banco Corporativo, el BANCORP, el Banco de Ortega. Tanto el entonces presidente de CARUNA, como Francisco López, formaban parte de la primera junta directiva del Banco. Recordemos que Francisco López, además de Vice presidente de ALBANISA, era presidente de PETRONIC y miembro de la junta directiva de las empresas DISNORTE y DISSUR, además de tesorero del Frente Sandinista.
A fines del año pasado se conoció que CARUNA había consolidado su patrimonio y había suscrito un contrato de fideicomiso con BANCORP por un monto aproximado de 2 mil quinientos millones de dólares. Esta cifra nos permite tener una idea de la cuantiosa riqueza de Ortega. Dos mil quinientos millones de dólares, como mínimo.
Con el recrudecimiento de las sanciones a PDVSA por parte del gobierno norteamericano, ALBANISA quedó en la línea de fuego, afectando así al entramado empresarial de la familia gobernante y sus lacayos. Corrieron entonces a buscar testaferros, trasponer propiedades y crear nuevas empresas de mampara. Algunas veces de manera burda como el caso de las gasolineras, según ellos cambiando colores y rótulos están escondiendo a los verdaderos dueños.
Pero el mayor clavo era el BANCORP. ¿Qué hacer para esconder al BANCORP?
Y se dejaron venir con la inverosímil compra por parte del Estado.
¿Cuáles son las implicaciones de este chanchullo gigantesco?
Primero, nada más y nada menos, están convirtiendo al Estado nicaragüense en testaferro de los bienes de la familia. La confusión entre los intereses de la familia en el poder con el patrimonio público está llegando a un extremo sin parangón no solo en Nicaragua, sino que probablemente a nivel mundial. Piensan que transformando el banco en propiedad estatal disponen de un escudo que lo protegerá de las sanciones norteamericanas.
Pero quedan varias preguntas: Si el Presupuesto General de la República exhibe un déficit fiscal de más de trescientos millones de dólares ¿Cómo van a pagar el costo del banco?
De aquí se desprende otra pregunta ¿Cuál es la situación financiera real del Bancorp? Si se trata de un Banco en quiebra, a cuenta de qué se va a descargar sobre la espalda de los nicaragüenses el peso de esa quiebra. Aunque en este caso sí tenemos respuesta: Ortega, en uno de sus más desvergonzados abusos de poder, se indemniza con los fondos del Estado las pérdidas de su banco. Esto significa que pronto veremos salir los CENIS de Ortega.
La siguiente pregunta es ¿qué pasó con esa parte del capital de Ortega que administraba el Bancorp en calidad de fideicomiso? ¿Logró escamotearlos o son esos dos mil quinientos millones de dólares los que pretende proteger?
Finalmente está la incógnita de los cuatro mil millones de dólares. ¿Será que este es el mecanismo que pretenden utilizar para transformar en deuda pública, esto es, en deuda de todos los nicaragüenses, la deuda que Ortega contrajo privadamente con Venezuela?
No es remoto. De ser así, estaríamos ante el mayor crimen financiero y económico de la historia de nuestro desventurado país.
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