ABC España
Desde el inicio de las protestas cívicas contra el gobierno de Daniel Ortega al menos 60 periodistas han optado por el exilio.
Uno de estos últimos es el periodista y profesor universitario Edgardo Pinell, refugiado en España desde el pasado mes de octubre. Por razones de seguridad, prefiere no desvelar el lugar donde reside actualmente.
Pinell, además de profesor universitario y consultor, especializado en Derechos Humanos, era co-presentador de un programa de televisión en Nicaragua, en el que se ocupaba de los análisis políticos.
«Cuando la crisis estalla en el país, abordamos el tema sin censura, excepto en los momentos en que eramos desconectados del cable –problemas técnicos, nos decían–. A veces salía la imagen pero no la voz».
En muchas ocasiones, afirma, la empresa de comunicación optó por «autocensurarse» para evitar problemas. «El canal nos informó que no iba a confrontar al Gobierno». Vos TV Canal 14, donde se emite su programa, es del grupo empresarial Pellas, uno de los más grandes del país y de Centroamérica.
El periodista empezó a preocuparse cuando uno de sus jefes, el director del Instituto Estudios Estratégicos y Políticas Públicas (IEEPP), Félix Maradiaga, fue desacreditado, «acusándole de tener vínculos con el narcotráfico y de financiar el Golpe de Estado»; y uno de sus colegas en el canal, Héctor Rosales, fue asaltado en la calle: «Lo único que le hicieron fue golpearle la boca y destruirle la lengua», relata.
Durante varios meses no pudo trabajar y hoy vive en el exilio. A Pinell comenzaron a amenazarle en las redes sociales y su familia fue intimidada por las fuerzas de seguridad tras retar a Ortega en directo: «Su presidencia no puede sostenerse sobre más sangre y muerte de los jóvenes de nuestro país», denunció.
Salió del país viajando a El Salvador –«lloré cuando cruce la frontera»–, desde donde cogió un avión con destino a Madrid. «No podía ir directamente al aeropuerto de Managua porque allí detienen a la gente alegando que tienen una investigación abierto, aunque no sea así. A algunos les bajan incluso del avión y les llevan a un centro preventivo, que llaman el Chipote, que realmente se ha vuelto un centro de torturas».
Una realidad que el régimen de Ortega niega. Mientras la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y otros organismos han registrado más de 400 muertos desde el pasado mes de abril y cientos de detenciones, «el Gobierno de Ortega sostiene que la crisis es consecuencia de un golpe de Estado, y que ninguna de las muertes son de su responsabilidad. Si Nicaragua fuera un país democrático, donde existiera división de poderes, Ortega ya no sería presidente pues se hubiera abierto una investigación desde el poder judicial», sostiene Pinell.
«Se hubiera determinado que la responsabilidad política y jurídica de la orden para disparar y utilizar armas de fuego en las protestas era de la Presidencia».
El resultado de la represión fue el éxodo masivo de estudiantes a países como Costa Rica, donde se han refugiado 35.000 nicaragüenses tras el comienzo de las protestas, el pasado 18 de abril. Protestas que se han reducido debido a su ilegalización, por parte del Gobierno, y a las penas por participar en ellas (el pasado mes de noviembre la Fiscalía pedió 21 años para nueve estudiantes, acusados de terroristas).
Pinell califica la situación actual de Nicaragua como «muy compleja e, incluso, más que grave que la de Venezuela», por las «atrocidades» cometidas durante las protestas.
«Hubo infanticidios, familias completas fueron quemadas. Después había actas de defunción en las que se afirmaba que niños de dos años se habían suicidado, para no levantar una investigación de que había sido una bala perdida de la Policía Nacional», relata.
La agudización del conflicto en Venezuela, con la proclamación de Guaidó como presidente, de qué manera estaría influyendo en la crisis nicaragüense.
Muchas voces en el país están alertando de que la aspiración del Gobierno de Ortega, que sabe que si hay unas elecciones muy probablemente no podría sostenerse, estaría empujando hacia un escenario de confrontación interna. Y eso es sumamente grave.
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