Querida Nicaragua: Cuando leemos en la historia las luchas libertarias de Simón Bolívar o la furia napoleónica conquistando a sangre y fuego nuevas victorias, nos parece que tanto Bolívar como Napoleón ganaron sus heroicas batallas en unos cuantos días. Y no fue así.
Una cosa es leer la historia en los libros y otra es vivirla, hacerla, tal como la hizo Bolívar durante sus 47 años de vida liberando del yugo imperial español cinco repúblicas suramericanas.
La historia de nuestros pueblos es igualmente lenta, llena de tropiezos y en busca siempre de una libertad que todavía no hemos alcanzado, no hemos podido superar la aberración de las dictaduras que han sido la desgracia de nuestros pueblos.
Hoy en día me encuentro con varios amigos que comentan la increíble renuncia del magistrado Rafael Solís, uno de los hombres de mayor figuración al lado de Ortega desde que comenzó la Revolución sandinista y antes de que triunfara y alegres me dicen que ahora sí, ya ganamos, la dictadura se hunde, solo está de darle un empujoncito y la pareja presidencial tendrá que renunciar. Ilusos, la historia no tiene prisa y las dictaduras piensan diferente a nosotros, viven en un mundo de privilegios y creyendo firmemente que la república es un feudo conquistado por ellos, una finca en la cual manejan como siervos a los funcionarios públicos de todos los rangos.
Cierto que la renuncia y denuncia del magistrado Payo Solís es un fuerte golpe a la dictadura, y cierto que no es el primero ni será el último, pero los hechos nos están diciendo que Ortega no cambia de actitud, sus antimotines en actitud hostil frente a Hispamer el día de la premiación a los periodistas, el hecho de cortarle cantidad de fondos del seis por ciento a la UCA y privar de sus becas a gran cantidad de estudiantes, la persecución constante a jóvenes en barrios de Managua y en otras ciudades por haber apoyado los tranques, son hechos indicativos de que la renuncia del magistrado no ha significado gran cosa para el régimen orteguista.
Nacional e internacionalmente el orteguismo obviamente está en una situación alarmante pero sigue cerrando las puertas a una apertura, a un diálogo que sería la forma de abrir una hendija y quitarle presión a la lucha del pueblo.
Otra muestra de querer la paz que el orteguismo pregona sería dar libertad a los prisioneros injustamente detenidos, pero parece que el régimen no cede ni una pulgada. La historia no tiene prisa, los pueblos resisten las tempestades, pero hay algo muy cierto: los molinos de Dios muelen lento pero muelen fino.
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