La caravana centroamericana de migrantes ha tocado la valla que separa a México de Estados Unidos. Un contingente de al menos 500 inmigrantes ha llegado este miércoles hasta Tijuana (Baja California) después de viajar durante casi un mes desde Honduras. El grupo llegó primero a un comedor comunitario en el centro de la ciudad y después se trasladó a Playas de Tijuana, el punto más lejano de la frontera entre ambos países, donde además de los límites territoriales comienza el océano Pacífico. A David Salomón le brillan lo ojos nada más de mirar a través de la reja e imaginarse las posibilidades que podría haber para él. “Me emocioné mucho cuando llegué, es el primera vez que estoy aquí. [Viajar a la frontera] ha sido una misión, una meta”, cuenta este hondureño de 31 años, mientras abraza las barras que le impiden entrar a Estados Unidos.
Su cabeza se asoma por unos minutos al lado estadounidense y observa cómo la patrulla fronteriza llega montada a caballo y refuerza las púas y la concertina para evitar el paso de personas. “¡Qué bonito caballo!”, susurra. Salomón está contento y sonríe con todos los dientes cuando se le pregunta sobre sus planes. Es albañil y quiere construir casas en Estados Unidos. “Tengo talento”, dice. Sabe que a partir de ahora tendrá que armarse de paciencia y reflexionar sobre cómo conseguir pisar Estados Unidos. “Nosotros estamos dispuestos a entrar en orden y haciendo el trámite, solo queremos una oportunidad”, dice el inmigrante que salió de San Pedro Sula (Honduras) el 13 de octubre, con la mayoría de la caravana.
Hasta ahora, a Tijuana han llegado principalmente hombres que han aprovechado la ayuda de algunos mexicanos para transportarse hasta este punto. El resto de la caravana ––unos 6.000 más–– llegarán en las próximas horas a la ciudad fronteriza. La Policía Federal ha seguido de cerca al grupo que se ha concentrado en Playas de Tijuana debido a que algunos han trepado la valla, aunque no han pisado territorio estadounidense. Durante el día, un par de mujeres con niños saltaron la reja y fueron detenidas por la patrulla fronteriza ante la vista del resto de los inmigrantes. “¡Regresen!, ¡No se rindan!”, gritaban algunos desde el territorio mexicano mientras las mujeres corrían hacia los agentes estadounidense.
Desde el lado estadounidense, la patrullas fronteriza ha aumentado la supervisión en este punto y ha mandado instalar más púas en algunas partes de la valla. El Gobierno de Estados Unidos ha desplegado a 5.200 militares en diversos puntos de la frontera, principalmente en Texas, y en la frontera con Tijuana se les ha visto poco. Mientras los inmigrantes miraban Estados Unidos desde la reja, algunos estadounidense se acercaron con banderas de su país y algunos letreros a favor del presidente Donald Trump. Los inmigrantes han respondido con gritos de “¡Honduras!” para celebrar su llegada hasta la frontera sur de Estados Unidos. En territorio mexicano, algunas organizaciones religiosas se han acercado para regalar ropa y proveer de alimentos al grupo.
Por la noche, los inmigrantes comenzaron a hacer un pequeño campamento en el punto fronterizo. Los vecinos de este barrio, de clase media, llamaron a la policía para pedir que se llevaran al grupo a un albergue. Cinco autobuses llegaron a por ellos, pero pocos de los centroamericanos aceptaron subirse ante el temor de ser deportados. Miembros de la gendarmería separaron a los vecinos que, a gritos, pedía a los inmigrantes que se marcharan. “Tengo miedo, no quiero a esta gente aquí. Este es un fraccionamiento residencial y la gente no puede estar durmiendo aquí en la calle”, dijo Mónica Plessy, vecina de Playas de Tijuana. Un helicóptero de la patrulla fronteriza vigilaba desde el lado estadounidense la tensión en territorio mexicano. Más de la mitad del grupo de inmigrantes aceptó ir al albergue que el municipio instaló en una unidad deportiva, mientras que el resto permaneció entre cobijas a la sombra de la valla fronteriza.
La incertidumbre entre los miembros de la caravana sobre los siguientes pasos a seguir domina la conversación entre ellos. “Vamos a esperar al resto de la caravana para decir cómo es que vamos a entrar a Estados Unidos. La verdad no me imaginaba que la frontera fuera a ser así”, reconoce Douglas Matute, un hondureño de 38 años que salió de su país desde septiembre, pero que esperó a que la caravana llegase a Tapachula (Chiapas) para unirse al contingente. Los habitantes de Tijuana están preocupados por la llegada de más inmigrantes en los próximo días, la capacidad de la ciudad para atenderlos y la posibilidad de que no consigan entrar a Estados Unidos. Leo Lozoya, de 45 años, se ha acercado a una comedor comunitario a mirar la llegada de los centroamericanos. “México nunca ha hecho deportaciones masivas, pero creo que con todo esto las va a tener que hacer”, menciona mientras mira al grupo con recelo.
Fuente: El País
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