Paramilitares confiesan que defienden a Ortega y trabajan con la Policía

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BBC Mundo | Ismael López y Arturo Wallace

El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, reconoció este lunes la existencia de grupos paramilitares en el país. Pero lo hizo para negar cualquier vínculo entre estos y su gobierno.

“Son fuerzas que responden a (otras) organizaciones políticas”, le dijo Ortega a la cadena estadounidense Fox News, en una rara entrevista, la primera con un medio de comunicación internacional no afín a su gobierno en casi nueve años.

Pero pronto se hizo evidente que el mandatario nicaragüense y su entrevistador, Bret Baier, no estaban hablando de la misma gente.

El presentador de Fox le estaba preguntado sobre los responsables de los numerosos ataques armados en contra de los participantes en las protestas en contra de su gobierno, que ya duran casi 100 días y han dejado más de 350 muertos.

Ortega, sin embargo, utilizó el término en contra de los mismos manifestantes, a los que volvió a responsabilizar por la violencia que afecta al mayor de los países centroamericanos desde hace más de tres meses.

“Los paramilitares son los que han atacado a la policía nicaragüense que pretendía proteger a la población durante las revueltas”, insistió el mandatario, de 72 años.

Pero no dijo nada de los civiles enmascarados y armados que, con el apoyo de la policía, recientemente expulsaron a balazos a los estudiantes que tenían tomada la universidad más grande del país y han empleado armas de guerra para acabar con otros focos de descontento.

Enmascarados armados como los que BBC Mundo encontró patrullando las calles de Monimbó, al día siguiente de la operación que les permitió a las autoridades recuperar el control de este antiguo bastión sandinista, donde se habían levantado numerosas barricadas exigiendo una pronta salida de Ortega del gobierno.

“Por todos los flancos”

Desplazándose a bordo de relucientes camionetas 4×4 y vestidos con camisetas azules idénticas, estos enmascarados armados, sin embargo, en ningún momento ocultan sus vínculos con las autoridades.

“Lo que hemos venido hacer aquí es a restablecer el orden y ayudar a la gente a que recupere su libertad”, le dijo uno de ellos a BBC Mundo, su rostro cubierto con una pañoleta rojinegra, los colores del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), el partido de Ortega.

Era un hombre flaco, de 53 años, que no quiso dar su nombre por falta de autorización de su superior, pero sí se dejó hacer fotos.

“No tengo miedo de que me reconozcan”, presumió, arma en mano, este antiguo militar, ya retirado.

Luego, ofreció más detalles sobre la forma de operar de estos grupos armados, en su mayoría integrados por los llamados “combatientes históricos” de la revolución sandinista y otros simpatizantes del partido de gobierno.

“Nosotros no llegamos disparando, solo disparamos si es necesario”, aseguró primero.

Ese fue, sin dudas, el caso de Monimbó.

“Fueron seis horas de combate intenso. Ellos tenían francotiradores por todos lados, pero como no saben de tácticas militares nosotros pudimos neutralizarlos. Un francotirador no puede hacer más de tres disparos”, le dijo a BBC Mundo.

“Les hicimos un anillo para que no pudieran escapar y los atacamos por todos los flancos”, alardeó, orgulloso de una operación que, según varios habitantes, en realidad los enfrentó con jóvenes armados fundamentalmente con morteros caseros.

“Parapoliciales”

La toma de Monimbó ocasionó, según el recuento de organismos de derechos humanos, al menos cuatro muertos, incluyendo a un adolescente de 15 años y un policía de las fuerzas especiales.

El desmantelamiento de las barricadas también provocó un éxodo sin precedentes de quienes dirigían las protestas hacia Costa Rica y casas clandestinas, en medio de rumores de detenciones arbitrarias y ejecuciones extrajudiciales a manos de los encapuchados.

El militar retirado, sin embargo, le dijo a BBC Mundo no tener remordimientos porque está defendiendo a un gobierno “que prioriza a los pobres” y porque quienes tenían control de Monimbó eran delincuentes.

De hecho, los enmascarados armados trabajan en coordinación con la policía y así se les pudo ver en Masaya, donde BBC Mundo los vio abrazándose con el jefe de la delegación policial local, el comisionado Ramón Avellán.

Esa coordinación también ha sido denunciada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que sin embargo prefiere el término de “grupos parapoliciales”.

“(Hemos constatado) el alto grado de apoyo y colaboración entre las fuerzas de la Policía Nacional y los grupos parapoliciales encapuchados caracterizado por la coordinación de acciones…”, dijo la CIDH en un comunicado el pasado 19 de julio.

El desmantelamiento inmediato de esos grupos ha sido una de las principales recomendaciones de la CIDH y una de las principales demandas de la Organización de Estados Americanos y la Unión Europea al gobierno de Nicaragua.

Tres meses

Las protestas contra el gobierno de Ortega comenzaron el pasado 18 de abril contra una reforma a la seguridad social que mutaron en un verdadero levantamiento popular luego de que los intentos del gobierno por reprimir las mismas ocasionaran varios muertos.

La CIDH ha acusado al gobierno nicaragüense de numerosas violaciones de derechos humanos, incluyendo numerosas detenciones arbitrarias con la participación de los parapoliciales.

Uno de ellos reconoció ante BBC Mundo que ellos detienen a quienes están en las protestas, pero aseguró que se los entregan a la Policía, sin golpearlos.

“Nosotros solo lo capturamos, la policía se encarga de interrogarlos y de procesarlos”, dijo el paramilitar de 27 años, quien es miembro de la Juventud Sandinista y vive en Nindirí, un municipio cercano.

Pero luego BBC Mundo conoció del caso de una mujer de Monimbó que asegura haber sido torturada por un policía y dos paramilitares para que revelara el paradero de su hijo, quien participaba en las protestas, y tenía las piernas marcadas por numerosas cortaduras para probarlo.

El joven encapuchado, por su parte, dijo que cuando él y sus compañeros llegaron a ese barrio de Masaya, los opositores al gobierno les respondieron con armas de fuego.

“Dos policías y uno de nosotros de la Juventud cayó aquí”, dijo señalando una calle cercana.

“¿Usted cree que esto era justo? La población se sentía rehén de todas las pandillas de aquí”, aseguró también.

Esa no fue su única queja: “Tengo tres meses de no ir a mi casa por andar aquí”, dijo mientras patrullaba la plaza del barrio.

El presidente Ortega siempre ha insistido en que las protestas son en realidad un intento de golpe de Estado y acusa a la oposición de estar armada.

Los dirigentes de las protestas, por su parte, alegan que solo se han defendido con armas artesanales y piedras.

Los paramilitares que apoyan al gobierno todavía patrullan las calles de los territorios que les arrebataron.

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