La presidencia de la Asamblea General de las Naciones Unidas estará ocupada por primera vez en la historia del organismo por una mujer latinoamericana. Solo queda por decidir la elegida. La canciller de Ecuador, María Fernanda Espinosa, compite por el puesto con la ministra de Exteriores de Honduras, Mary Flores. Es el principal órgano que representa a los 193 países que integran la institución multilateral y el foro más importante en el mundo de la diplomacia.
El voto para la elección tendrá lugar el martes. El proceso de selección de las candidaturas siguió esta vez un nuevo formato, más transparente, en el que las aspirantes tuvieron que participar en un diálogo informal para presentar su plan visión a los estados miembros y representantes de la sociedad civil. La elegida tomará en septiembre el relevo al eslovaco Miroslav Lajcak.
La candidatura de Espinosa se apoya en la acción del país Andino en el ámbito de los derechos humanos, la justicia, la migración, refugiados y discapacitados. Su trabajo pondrá especial atención a las personas vulnerables y el desarrollo sostenible. “La integración, la cooperación y la unión de los pueblos son fundamentales para la convivencia pacífica y el desarrollo de las naciones”, afirma.
La jefa de la diplomacia ecuatoriana cree que la Asamblea General debe revitalizarse para dar respuesta rápida y efectiva a situaciones de crisis. Pero para que la ONU pueda lograr los objetivos establecidos en su carta fundacional, insiste, debe ser un espacio de “puertas abiertas” que canalice un diálogo global que responda las aspiraciones y necesidad de los pueblos.
La presidencia se renueva cada año. El bloque que forman los países de América Latina y el Caribe eran los elegibles. Su misión es dirigir debates sobre un amplio abanico de cuestiones, desde la reforma de la ONU o la transparencia a la prevención de conflictos y mantenimiento de la paz, pasando por políticas de género, cambio climático y la financiación del desarrollo.
Flores anticipó en su intervención pública que su prioridad será aplicar los objetivos marcados en la Agenda 2030, la atención de la infancia y construir una cultura de paz. “Llegó el momento de actuar para consolidar una paz y una prosperidad transgeneracional”, afirma, “tenemos que construir puentes que conecten de la agenda de la ONU en beneficio de los niños”.
El País
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