Lo que dice El New York Times sobre las protestas en Nicaragua

Tomado de El New York Times

A decir de muchos nicaragüenses, el revolucionario ahora enfrenta una revolución en su contra.

El levantamiento que llevó al ascenso del presidente Daniel Ortega, así como sus luchas durante la Guerra Fría con Estados Unidos, comenzaron aquí, en Masaya, hace cuarenta años. El hermano de Ortega falleció luchando en este poblado y aún está erigido un puesto de vigilancia de la vieja guardia nacional para conmemorar la insurrección que llevó al poder al movimiento sandinista.

En días recientes, ese mismo puesto de vigilancia fue quemado y vandalizado. Los manifestantes incluso han readoptado un famoso dicho de la guerra civil que han grafiteado en paredes, una advertencia burlona para Ortega.

“Que se rinda tu madre”, dice.

Nicaragua vive su mayor levantamiento desde que terminó la guerra civil en 1990.

Frente a la pareja presidencial (la vicepresidenta es también la primera dama) que controla prácticamente todas las ramas del gobierno y los medios, los jóvenes nicaragüenses han puesto en marcha su propia versión de la Primavera Árabe.

Armados con sus teléfonos celulares y habilidades para redes sociales, su reto al gobierno ha sorprendido a los residentes que vivieron la revolución de Ortega en los setenta, la guerra civil en los ochenta y los treinta años siguientes, que fueron marcados por esos dos eventos.

Manifestantes, muchos de ellos integrantes del gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional, han quemado vehículos y han puesto barricadas en intersecciones. Miles de ellos han colmado las calles de todo el país en condena de la censura del gobierno y la muerte de manifestantes. Después de haber luchado dos guerras, de haber ganado varias elecciones y de haber ejercido un control muy considerable sobre el país durante años, Ortega parece haber perdido su manejo de las multitudes y ahora está acorralado.

“Siempre he votado por Daniel Ortega”, dijo Reynaldo Gaitán, de 32 años, un panadero que salió a las calles en el vecindario de Monimbó para denunciar a su antiguo héroe. “Daniel está terminado. Su gobierno termina aquí”.

Daniel Ortega

De manera sorpresiva, Ortega —quien se ha mantenido en el poder aprovechando su poderío sobre los jueces y legisladores para reinterpretar la Constitución y deshacerse de los límites de mandato– cedió a varias demandas de los manifestantes. Aun así, los estudiantes que tomaron control de una universidad local se rehúsan a ceder.

“Nicaragua cambió”, dijo José Adán Aguerri, presidente de Cosep, el Consejo Superior de la Empresa Privada y el principal grupo empresarial del país, el cual ha impulsado que se sostenga un diálogo con el gobierno. “La Nicaragua de hace una semana ya no existe”.

Las protestas comenzaron en rechazo a un tema particular, una reforma al sistema del seguro social, pero rápidamente crecieron a nivel nacional cuando empezaron a morir estudiantes. Las organizaciones de defensa de derechos humanos aseguran que han sido asesinadas docenas de personas, varias a manos de la Policía. Un periodista y dos oficiales también están entre los muertos.

Las protestas también empiezan a tener repercusiones internacionales. Hace apenas semanas la revista Travel and Leisure dijo que las islas del Maíz nicaragüenses eran “un paraíso caribeño del que no se habla lo suficiente”; el Departamento de Estado estadounidense pidió retirar a las familias del personal diplomático y los cruceros empezaron a cambiar su curso para no embarcar ahí.

“Se busca destruir la imagen de Nicaragua, con tanto que nos ha costado construir esta buena imagen”, dijo Ortega durante un discursotelevisado. “Porque era una imagen de guerra. De guerra, de muerte. Y cuánto nos ha costado, [estar] atrayendo turistas, inversionistas, para algo que significa [que hay] más trabajo”.

La Iglesia católica acordó ser mediadora y testigo de diálogo, pero los estudiantes que tomaron la Universidad Politécnica de Nicaragua, ubicada en la capital, primero dijeron que no negociarán si el presidente sigue en el cargo. Temprano el jueves indicaron que se unirán a la discusiones, pero solo si se cumplen ciertas condiciones.

Foto: Noel Amilcar Gallegos
Foto: Noel Amilcar Gallegos

“No queremos a Daniel”, dijo Lester Hamilton, de 35 años, quien fue herido por balas de goma en las protestas de la semana pasada y continuaba acampado en la universidad.

Ortega es un exguerrilero que fue figura clave en la revolución contra la dictadura de Anastasio Somoza.

Los sandinistas declararon la victoria en 1979. Ortega estuvo en el gobierno durante los ochenta, pero la guerra siguió con fuerzas contrarrevolucionarias que intentaron derrocarlo. Sus adversarios, los Contras, recibieron financiamiento secreto e ilícito por parte del gobierno estadounidense de Ronald Reagan, revelado en uno de los mayores escándalos para esa administración.

Ortega acordó celebrar elecciones en 1990, y perdió. Aunque nunca cedió el poder, incluso después de salir de la presidencia. Los sandinistas aún controlaban a grupos estudiantiles y sindicatos, y ejercieron influencia importante sobre la Policía, el Ejército y el poder judicial.

Si los presidentes adoptaban políticas con las que Ortega no estaba de acuerdo, coordinaba que estudiantes o sindicatos salieran a protestar.

“Siempre tuvo poder de veto”, dijo Gonzalo Carrión, presidente del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos. “Si no gobernaba desde arriba, lo hacía desde abajo”.

Un pacto con un partido opositor significó reformas a la ley electoral que le permitieron a Ortega asumir el cargo de nuevo en 2007, después de tres derrotas consecutivas en las urnas.

El presidente por segunda ocasión estableció alianzas importantes con antiguos enemigos, lo que permitió el aumento de inversiones, mientras amarraba su poderío.

“El liderazgo es necesario y el liderazgo de Daniel es necesario”, dijo Alejandro Martínez Cuenca, economista de corte sandinista. “Sería un error obviar su presencia cuando sabemos que este es un país que fácilmente puede caer en la anarquía”.

Le atribuyó a Ortega la construcción de un “nuevo modelo” para Nicaragua que incluye crecimiento económico y una reducción de la pobreza. Nicaragua tiene mejores índices de seguridad que muchos países centroamericanos y sus residentes no han huido hacia la frontera estadounidense en busca de mejores vidas en la misma proporción que lo han hecho los salvadoreños, guatemaltecos y hondureños.

Sin embargo, incluso los partidarios de Ortega que quedan reconocen que cometió un error grave al darle tanto poder a su esposa, Rosario Murillo, con la vicepresidencia. Parece que se toman muy pocas decisiones sin el visto bueno de Murillo.

La pareja ha hecho cambios institucionales que le permite controlar a la Corte Suprema de Justicia y a la Asamblea Nacional, además de que ha sido acusada de un fraude electoral que le ha asegurado el control de las alcaldías.

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Foto/EFE

“Ha cometido unos errores muy serios”, dijo Jaime Wheelock, uno de los nueve comandantes sandinistas originales. “Una cosa buena sobre Daniel es que si no está en lo correcto, se echa para atrás”.

Wheelock hizo referencia a la disposición de Ortega a entregar títulos de propiedad y beneficios de bienestar social. Pero los críticos dicen que mientras el presidente ha usado el dinero y el petróleo de Venezuela para favorecerse con los pobres, también ha comprado televisoras y ha sacado a otras del aire.

Les ha otorgado jugosos trabajos a oficiales sindicales, con lo que también ha atemperado a quienes son disidentes o están en desacuerdo con sus políticas. Los grupos de clase media y partidos de oposición han realizado varias protestas, pero estas usualmente son frenadas o sus integrantes confrontados con muchedumbres progubernamentales.

Por ello fue particularmente destacable que la reforma impopular al seguro social detonara un movimiento tan abarcador. Las protestas estallaron.

La reforma requiere que los trabajadores contribuyan con más dinero al sistema, pero que los jubilados reciban menos. Los estudiantes universitarios, que ya estaban enfurecidos después de un incendio forestal en una reserva natural que el gobierno no extinguió, se movilizaron con fuerza. Se toparon con las muchedumbres progobierno.

Los estudiantes que fallecieron lo hicieron a manos de la policía, según grupos de defensa de derechos humanos, lo que desató aún más protestas. Después Ortega y Murillo desairaron las manifestaciones como protestas violentas de pequeños sectores de la derecha.

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“Eso nos indignó todavía más”, dijo Enma Gutiérrez, organizadora juvenil.

Cada vez más personas se sumaron a las manifestaciones. Aunque el movimiento opositor es grande, no tiene líderes nacionales bien establecidos, por lo que a Ortega se le ha dificultado frenar las protestas por esos medios.

El domingo 21 de abril, cuando Ortega revocó las reformas de seguridad social, no mencionó a los estudiantes fallecidos y se centró en cómo los manifestantes habían sido infiltrados por pandillas saqueadoras.

Los discursos de Ortega y de Murillo terminan “echando gasolina al fuego”, dijo Carrión. “Si estos señores, esta pareja, fueran bomberos, lo que harían es incendiar el lugar”.

Los nicaragüenses están furiosos de que Ortega no ha prometido investigar las muertes estudiantiles, aunque liberó a algunos estudiantes detenidos y regresó al aire a una televisora. Ha cumplido algunas de las demandas, pero los manifestantes dicen que no es suficiente.

En la politécnica en Managua, los estudiantes se rehúsaron a finalizar la toma y en cambio se reunieron en grupos pequeños durante el fin de semana para hacer bombas caseras. Los residentes del barrio de Monimbó en Masaya también se atrincheraron.

“Dicen que este pueblo es la cuna de Daniel Ortega, donde tomó sus primeros pasos”, dijo Mayra Pabón, quien por mucho tiempo fue partidaria del sandinismo, durante una protesta en Monimbó. “Pues aquí también murió el momento en el que ordenó la matanza de tantos jóvenes que tenían futuros tan brillantes por delante”.

“Ya no podrá dar otro paso en Masaya”.

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