Carta de amor a Nicaragua: El valor de decir la verdad

Hay un viento de libertad que viene recorriendo las Américas, las elecciones libres se están imponiendo como la fórmula propicia para que los pueblos puedan progresar

Querida Nicaragua: Si fuese delito la pusilanimidad, el miedo a declarar la verdad, el ocultamiento de sucesos importantes que los pueblos tienen el derecho de saber, las cárceles de casi toda Latinoamérica estarían llenas de funcionarios públicos, sobre todo de diplomáticos, de ministros y jefes de misiones internacionales.

Ellos parecen estudiar el arte de elaborar palabras sin sentido, galimatías que al final no responden las preguntas que se les hacen, siempre se salen por la tangente.

Y cuando uno de ellos de temperamento fuerte, el exdiplomático panameño Guillermo Cochez se atrevió a levantar la voz en la OEA denunciando los crímenes de los dictadores del Caribe, fue despedido por su gobierno.

Al parecer en la OEA no se puede tocar “ni con el pétalo de una rosa” a los tiranos y torturadores como Raúl Castro que se hace llamar presidente de Cuba sin que el pueblo lo haya elegido. Y ahora, cuando el insensible, burlesco y cruel dictador Nicolás Maduro pretende presentarse contra viento y marea en la próxima Cumbre de presidentes americanos en Lima, esperamos que la blandenguería de la OEA no llegue al colmo de aceptar la presencia del tirano de Venezuela, aunque Maduro lleva un poderoso argumento, su compinche Raúl Castro lleva más de cincuenta años en el poder en Cuba, ha fusilados a miles de ciudadanos, tiene encarcelados a otro tanto y encarcela diariamente a todo aquel que sea sospechoso de acuerdo con el criterio de los esbirros comunistas.

Si este señor es invitado a las Cumbre, ¿por qué yo no? ¿Por qué yo no si estoy comenzando y el compañero Raúl lleva más de cincuenta años?

Hay quienes se hacen esa reflexión: Si en las Cumbres de presidentes se invita al tirano Castro, ¿por qué no al tirano Maduro?

Después de ver en CNN la entrevista que le hizo Fernando del Rincón al doctor Luis Almagro, secretario general de la OEA, se nota que este último está totalmente en contra de aceptar la presencia de Maduro en la próxima Cumbre de Lima, se nota que Almagro se ha empeñado a fondo en conocer muy bien el problema de Venezuela que es realmente trágico.

Esta es una buena oportunidad para que el secretario general vuelva por sus fueros y haga olvidar las vacilaciones que ha tenido tanto en Honduras como en Nicaragua.

En Honduras donde todavía hay un problema serio cuestionando las elecciones en que salió triunfante Juan Orlando Hernández, Almagro recomendó que se hicieran nuevas elecciones, recomendación que cayó en el vacío pues las autoridades no escucharon ni atendieron la misma.

En Nicaragua fue peor aún. Para las elecciones presidenciales últimas la OEA envió como jefe de su delegación a un señor de apellido Penco, altamente criticado por su participación en anteriores elecciones fraudulentas en Nicaragua. Almagro declaró en esa ocasión que “meto mis manos al fuego por Penco”.

Y se quemó las manos porque las elecciones fueron una monumental abstención y una serie de incidentes graves, los mismos que se presentan en todas las elecciones dirigidas por el célebre doctor Roberto Rivas Reyes. Por supuesto que el señor Penco no vio nada irregular y su informe fue completamente satisfactorio para el gobierno.

Prestigiosos sectores nicaragüenses están dirigiéndose al señor secretario general para que se cumpla con el Memorando de Entendimiento que firmó en Nicaragua con el Consejo Supremo Electoral. Ese documento debería estar trabajándose para corregir todo aquello que haya que corregir con el propósito de hacernos caminar por un sendero democrático, y dentro de tres años, que es el plazo del mismo, podamos realizar elecciones perfectamente limpias, libres, supervigiladas y con nuevo personal en el Consejo Supremo Electoral.

Hay un viento de libertad que viene recorriendo las Américas, las elecciones libres se están imponiendo como la fórmula propicia para que los pueblos puedan progresar, producir, educar a sus jóvenes, prevenir enfermedades para que haya una población sana y vigorosa.

Fabio Gadea Mantilla. Cartas de Amor a Nicaragua

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