El pasado 11 de diciembre Carlos Gardel habría cumplido 127 años. Aunque el lugar y el año de su nacimiento siempre ha sido un tema de debate, la versión más aceptada es que nació ese día en 1890 en Toulouse, Francia. Al parecer, la confusión surge cuando en octubre de 1920, en la ciudad de Buenos Aires, Gardel acude al consulado de Uruguay y solicita la ciudadanía de ese país. Así, en los documentos de su solicitud aparece consignado que nació en 1887 en Tacuarembó, una pequeña ciudad al norte de Montevideo.
El misterio se ahonda cuando un mes más tarde recibe una nueva tarjeta de identidad argentina en la que se le identifica como ciudadano uruguayo y también cuando en marzo de 1923 solicita la ciudadanía argentina, la cual obtiene un poco después. Sus biógrafos no han logrado ponerse de acuerdo sobre las causas por las que Gardel inició estos procesos legales concernientes a su lugar de nacimiento. Sin embargo, la mayoría coincide en que lo hizo para evitar problemas con las autoridades francesas en ocasión de una gira artística por ese país, ya que nunca se registró, como debió haber hecho por su condición de ciudadano francés, en el servicio militar de ese país.
Como quiera que haya sido y al margen de la controversia, es oportuno en este aniversario recordar su legado artístico, tan íntimamente ligado al tango, ese género musical nacido a finales del siglo XIX en la región del Río de la Plata, y que tuvo tantos intérpretes famosos; sobre todo en la primera mitad del siglo XX, una época que los estudiosos del tema dividieron en tres categorías: la Guardia Vieja (una etapa de definición musical en la que el tango adquiere identidad propia), la Guardia Nueva (una etapa de madurez, refinamiento y expansión) y la llamada ‘Edad de Oro’, en la que el tango se internacionalizó todavía más (ya en 1913 el pianista Celestino Ferrer, el bandeonista Vicente Loduca y la pareja de bailarines Casimiro y Martina, hacían furor en Europa), a través de la radio, los discos y el cine.
La lista de bailarines, músicos, compositores y cantantes que se distinguieron en esas tres etapas es extensa y prestigiosa: Francisco Canaro, compositor y director de orquesta; Gerardo Matos, autor de La comparsita; Rosita Quiroga, cantante que brilló entre las décadas del 1920 y 1930; Julio de Caro, creador de un sexteto que llevaba su nombre y que revolucionó el sonido tradicional del tango; Agustín Magaldi; Ignacio Corsini; Roberto Goyeneche; Enrique Santos Discépolo, autor de los inmortales Cambalache, Uno y Esta noche me emborracho; Aníbal Troilo, director, y Francisco Fiorentino y Floreal Ruiz, cantantes de su orquesta; Julio Sosa; Alberto Castillo; Hugo del Carril, cantante y actor; y Libertad Lamarque y Tita Merello, las más famosas intérpretes femeninas de todos los tiempos.
Pero de todos ellos, fue Carlos Gardel la figura más prominente en la historia del tango. No solo como cantante, donde se destacó por la manera en que fraseaba las letras con su inconfundible voz de barítono, sino también como compositor, pues fue autor, en colaboración con Alfredo Le Pera, de varios tangos que a pesar del tiempo transcurrido todavía permanecen en el recuerdo del público, tales como Mi Buenos Aires querido, Cuesta abajo, Volver, Sus ojos se cerraron, Por una cabeza, Melodía de arrabal y El día que me quieras, y que junto con las películas en las que participó (Mano a mano, Tango Bar, Luces de Buenos Aires, Cazadores de estrellas y El tango en Broadway), hicieron que su legado artístico estuviese intrínsecamente ligado a la historia del tango. Quizá no pudo ser de otra manera. Y es que Gardel comenzó su carrera donde mismo surgió el tango: en los arrabales de Buenos Aires.
Fuente: El Nuevo Herald
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