COMENTARIOS CORTOS Y ÚTILES
La obediencia se puede definir como la disposición a ejecutar las instrucciones que le son dadas, especialmente cuando las imparte alguna figura de autoridad. Su término opuesto vendría a ser desobediencia o rebeldía.
Solemos hablar de obediencia en distintos ámbitos de la vida, generalmente en aquellos en los que hay una autoridad claramente identificada, como en el ámbito familiar.
Por otro lado, la obediencia está vinculada tanto con la imposición de tareas o mandatos, como con la prohibición de acciones determinadas.
La mayoría de las religiones monoteístas, por ejemplo, piden de parte de sus fieles la obediencia a Dios, o sea, al mandato divino que nos da un código moral para la vida. Por eso, muchas veces se utiliza la metáfora del rebaño para los fieles y del pastor para quien los guía, pues él debe guiarlos a la salvación, conforme el mandato divino.
La obediencia puede darse en distintos grados o niveles, dependiendo del margen de compromiso o rebeldía con que la persona siga las instrucciones recibidas. Así, podemos hablar de:
Obediencia ciega. Es aquella que ni por un momento se cuestiona si está bien o mal hacer lo que se le ordena, sino que sigue las instrucciones recibidas de manera incuestionable.
Obediencia debida. Es aquella que se espera de ciertos cargos subalternos entre los militares, bomberos o de otras instituciones de jerarquía muy rigurosa. Se trata de una forma de obediencia amparada en un código de conducta particular, o en la institucionalidad.
Obediencia solidaria. Es aquella que siente un individuo respecto de las acciones de un grupo al que pertenece.
Obediencia anticipada. Es aquella que un individuo siente antes de que se le formule un mandato, solamente a partir de las expectativas que intuye en sus superiores.
Obediencia voluntaria o racional. Es aquella que un individuo profesa por una instrucción o un mandato luego de haberlo procesado y reflexionado racionalmente, o sea, sólo cuando está convencido de la necesidad de ejecutar esa acción.
Hoy deseo referirme en especial a la obediencia que deben los hijos a sus padres y a quienes los representan en diferentes momentos de su formación, como pueden ser los abuelitos o los maestros, porque modernamente observamos una tendencia a ser demasiado permisivos con los niños, especialmente con los más pequeños.
Es decir, ahora hay una tendencia a ser demasiado tolerantes dejándolos hacer lo que debería impedírseles, como travesear adornos ajenos, corretear en lugares de respeto, gritar de manera grosera y exagerada, golpear a las personas, decir expresiones indebidas y muchos etcéteras.
Los padres modernos consideran que no pueden o no deben usar el ¡no! firme y claro a los niños, y hacerles entender los límites con toda claridad. Hacerles entender que si desobedecen tendrán consecuencias, o sea un castigo. Y por supuesto, que desde pequeños deben aprender que en la vida hay límites y que todo acto tiene consecuencias, buenas o malas.
Si no lo hacen, más adelante será muy difícil que sus hijos les obedezcan en cosas más importantes y a medida que crezcan esos niños irán perdiendo respeto y obediencia a sus padres, a sus maestros, a cualquier autoridad, y crecerán muy malcriados.
El temor a imponer castigos adecuados a los niños con la moda de que se pueden traumatizar, o que darle una nalgada es un maltrato, va a causar a la larga más daño que bien.
En mi experiencia personal mis hermanos y yo fuimos muy bien educados y las nalgadas que nos dieron no nos causaron traumas ni sentimos que hayan sido mal trato de nuestros padres. Igualmente, nuestros hijos son para mí y mi esposa un orgullo, y las nalgadas que les dimos de pequeños no les causaron traumas ni daño alguno. Y como nosotros, estoy seguro que miles de nuestros lectores tendrán esta misma experiencia.
Si no enseñamos a obedecer a los niños costará más hacerlo con los adolescentes y será imposible corregir a la juventud cuando necesiten corrección. Amarlos es también corregirlos.
Adolfo Miranda Sáenz
https://adolfomirandasaenz.blogspot.com
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