Hacer el bien da gratas sorpresas

Pequeños y útiles comentarios

Se le pidió a un mecánico que enderezara y pintara un pequeño golpe que tenía un carro. El mecánico enderezó el golpe y trajo su pintura y comenzó a pintar el carro como le pidió el dueño.

Mientras hacía ese trabajo, notó que la manguera del freno estaba rota y la cambió rápidamente. Cuando terminó entregó el vehículo, y recibió el dinero acordado por su trabajo.

Al día siguiente, el dueño del coche lo buscó y le presentó un cheque, mucho más alto que el pago de la reparación. El mecánico se sorprendió y dijo:

“¡Ya me había pagado por enderezar y pintar el golpe, señor!”

El dueño le respondió: “Pero esto no es por el trabajo que te encomendé. Esto es por arreglarme lo de los frenos del vehículo.”

“¡Ah! — dijo entonces el mecánicoؙ— Pero eso fue un servicio muy pequeño…usted ha sido mi cliente y nada me costaba cambiarle la manguerita del freno. Ciertamente no vale la pena pagarme por eso, menos esta cantidad tan alta.”

“Mi querido amigo, no lo entiendes —dijo el dueño—, déjame contarte lo que pasó:

Cuando te pedí que arreglaras lo del golpe olvidé mencionar lo de la manguera. Cuando el carro estuvo en mi casa, mis hijos lo tomaron y se fueron a pasear. No sabían que los frenos fallarían por la manguera rota. Yo no estaba en casa en ese momento.

Cuando regresé y noté que se habían ido en el carro, me sentí desesperado porque recordé que le fallarían los frenos. Imagina mi alivio y alegría cuando los vi regresar del paseo. Entonces, examiné el carro y descubrí que habías cambiado la manguera rota. “¿Te das cuenta ahora de lo que hiciste? ¡Salvaste la vida de mis hijos! No tengo suficiente dinero para pagar tu buena acción.”

¡Que lección más bonita aprendemos de aquel mecánico! Simplemente vio que había algo malo y lo reparó, hizo una buena acción. No le costó nada reemplazar una simple pequeña manguerita. Pero su gesto de hacer el bien fue algo muy, pero muy valioso. Salvó varias vidas. Así que no importa a quién, cuándo o cómo, tú continúa ayudando, sosteniendo, limpiando lágrimas, escuchando atentamente, y reparando cuidadosamente todas las “mangueritas rotas” que encuentres.

Nunca se sabe cuándo los demás necesitan de nosotros, o cuando Dios tiene una agradable sorpresa que darnos para que seamos útiles e importantes para alguien.

A lo largo del camino, es posible que hayas reparado numerosas “mangueritas rotas” sin darte cuenta de a cuántas personas has ayudado. ¡No dejes de hacerlo!

Adolfo Miranda Sáenz

https://adolfomirandasaenz.blogspot.com

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