Todo lo que empieza…termina

Nada es para siempre. Todo tiene su fin.

En los últimos años ha habido grandes catástrofes en muchos países. Es impresionante cómo mueren miles de personas, incluyendo niños como efecto de las catástrofes producidas por el hombre, como son las guerras, o por las catástrofes naturales, como los terremotos y otros fenómenos.

¡Ya lo sé! Me dirán que siempre las ha habido… Pero ahora, con el avance de la tecnología nos enteramos inmediatamente cuando ocurren, y cuando veo esa destrucción me doy cuenta de que todo lo que se construye, se destruye. Lo que se reúne, se dispersa. Lo que se inicia, se termina. Esto se llama el Principio de la Impermanencia.

Es cierto que las pirámides de Egipto tienen miles de años, pero, ¿de verdad alguien pensará que van a estar allí para siempre? ¡Por supuesto que no!

Y ese Principio de la Impermanencia es válido también para nuestra propia vida. Porque todos los que han nacido han muerto, y los que estamos vivos estamos seguros de que vamos a morir. ¿O acaso Usted cree que no va a morir nunca y que permanecerá en este mundo para siempre?

Preparémonos en esta vida para el momento de nuestra muerte… es un momento crucial que va a llegar de manera inevitable y no es nada fácil esa transición. El problema con nosotros es que no aceptamos este principio porque quisiéramos que todo durara para siempre: nuestra salud, nuestra juventud, nuestra seguridad, la prosperidad, el trabajo, el bienestar, las relaciones personales… Pero sólo en los cuentos infantiles todo dura para siempre.

Todo lo que empieza, termina, de manera inevitable, y a veces nos alegra y otras nos causa dolor. El que está sano sufre cuando enferma. El que es joven sufre cuando envejece. El que es feliz sufre cuando tiene una pérdida. El que tiene una pareja sufre cuando es traicionado o ese “amor” termina. Todos buscamos que esas condiciones de estabilidad no cambien. Pero, hay que aceptar que la condición de la vida en este mundo implica el cambio. Esta realidad del cambio nunca es cómoda, y cuando las circunstancias cambian, sufrimos porque nos resistimos a perder esa burbuja de “seguridad” que construimos.

Aceptarlo significa comprenderlo, integrarlo, y hacerlo parte de nuestra vida diaria para que no nos sorprenda y no nos perdamos en el sufrimiento. Esta es una práctica muy buena que te llevará a fortalecerte ante los retos, sin resistirte inútilmente ante lo inevitable y te enseñará a agradecer cada día las bendiciones que tienes en el presente.

Esta aceptación te dará más claridad y apertura para manejar y transformar ese reto en una oportunidad y no en una fuente de sufrimiento. Y comprender y aceptar esta realidad te ayudará a pensar más y mejor sobre la vida después de esta vida, sobre la vida en el mundo futuro, y también prepararte para ella.

El sufrimiento llega y es inevitable sufrir… Solo recuerda no quedarte anclado en él.

Adolfo Miranda Sáenz

https://adolfomirandasaenz.blogspot.com

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