COMENTARIOS CORTOS Y ÚTILES
Había una vez un joven que creía que todo en la vida le salía mal y que nunca sería capaz de superar los obstáculos.
– ¡Estoy cansado de luchar! – le dijo a su papá- Cada vez que soluciono un problema, aparece otro.
Su papá no dijo nada, pero llenó tres ollas con agua y las puso al fuego. En la primera olla, echó zanahorias. En la segunda, huevos. Y en la última, unos granos de café. El hombre dejó hervir durante un tiempo el agua en las ollas. Después apagó el fuego de todas. Escurrió las zanahorias y las colocó en un plato. Lo mismo hizo con los huevos. Y, por último, coló el agua que hervía con los granos de café y al momento un delicioso aroma inundó la habitación.
– Hijo- le dijo entonces el papá- Estas tres cosas se han enfrentado a la misma adversidad, el agua hirviendo. Una prueba de fuego. Pero cada una ha reaccionado de forma diferente:
Las zanahorias parecían ser duras, pero el agua hirviendo las ha ablandado y han perdido su fuerza. Ahora son débiles. Y los huevos parecían tan frágiles. Su interior era líquido y el agua hirviendo los ha endurecido. Pero si te fijas bien, el café, sin embargo, ha cambiado el color, el aroma y hasta el sabor del agua. Ha sido el único capaz de reaccionar utilizando a su favor la adversidad que se encontró. En el agua hirviendo no se ablandó, tampoco se endureció su corazón. Transformó la adversidad en algo bueno, en una deliciosa y aromática bebida.
Dime, hijo, ¿tú quién quieres ser? ¿Quieres ser como la zanahoria que se entristece y se viene abajo ante la adversidad? ¿O tu corazón se convertirá en una piedra y se endurecerá como le sucedió al huevo? ¿O vas a ser como el café, capaz de transformar los problemas en algo bueno?
La actitud que tomamos ante un obstáculo, la forma en la que nos enfrentamos a los problemas, es determinante a la hora de resolver conflictos y seguir avanzando en la vida. Los obstáculos nos ayudan a crecer, pero para ello, debemos aprender a ser como esos granos de café que inundaron de aroma y de sabor el agua de la olla.
Adolfo Miranda Sáenz
Deje su comentario