Adolfo Miranda Sáenz
Hay papás y mamás que creen que sus hijos varones, para ser muy hombres, deben ser muy machos, y que para eso deben desarrollar lo que consideran las mejores cualidades, como tener fuerza y ser muy valientes, y que sin eso no pueden considerarse hombres.
Efectivamente fuerza y valor son cualidades humanas muy buenas, pero no son las mejores ni imprescindibles para ser un hombre valioso. Son superiores otras cualidades como la inteligencia, la honestidad, la paciencia, la prudencia, la fuerza de voluntad, la lealtad, la perseverancia, la fortaleza, la disciplina, el respeto, la amabilidad, la educación, los buenos principios y la dedicación al estudio y el trabajo.
El diccionario define “macho” usando diecisiete significados, siendo el primero “animal del sexo masculino”; algunos otros significados de “macho” son: “mulo o mula, hijo de burro y yegua, y “hombre en que supuestamente se hacen patentes las características consideradas propias de su sexo, especialmente la fuerza y la valentía.”
Por supuesto que no es verdad que las características propias del hombre sean especialmente la fuerza y la valentía; por eso el diccionario no lo afirma, sino que lo condiciona diciendo “supuestamente”. Porque quizá en los tiempos del hombre de las cavernas los cavernícolas machos dependían de la fuerza y la valentía para poder sobrevivir y proteger a su familia. Pero el hombre civilizado responde a otra definición más apropiada del diccionario, que lo define como “ser vivo que tiene capacidad para razonar.”
Fuerza y valentía, igual que los instintos, son comunes tanto de los humanos como de los animales. Pero lo que diferencia a los seres humanos de los animales, es la capacidad de razonar. Por eso ser muy macho no es ser muy hombre y a veces puede resultar más bien ser muy animal.
Es lamentable que hayan papás y mamás — sobre todo papás— que crean que hacen muy hombres a sus hijos varones enseñándoles a ser muy machos. Cometen graves errores enseñándoles conceptos absolutamente equivocados, como que “el hombre no debe llorar”. Los hombres son tan seres humanos como las mujeres y tienen igual sensibilidad; es natural que lloren. No existe ningún hombre más grande que Jesucristo, y Jesús lloró.
Un verdadero hombre también es considerado y aprende a ayudar a su madre y después a su esposa con las tareas de la casa: cocina, lava trastos, arregla, limpia, etc. Según las necesidades y circunstancias, por supuesto. No es verdadero hombre el “muñequito de salón” que espera que le sirvan y no tiene la inteligencia y consideración para ayudar en tareas del hogar.
Hay papás que llevan a sus hijos adolescentes a acostarse con prostitutas y a tomar licor para hacerlos hombres muy machos. Eso ya pasa los límites de la razón y merece condenarse con contundencia, pues lo que hacen es llevar al hijo al camino del vicio y la corrupción, condenándolo a vivir una vida infeliz llena de complejos, vicios y otros problemas, y condenando también al fracaso a la futura familia de su hijo.
Una muchacha inteligente, pero todavía inmadura, puede sentirse instintivamente atraída por un hombre físicamente atractivo, guapo, fuerte y valiente, pero cuando razona comprende que esas cualidades no bastan para darle la seguridad, respaldo, apoyo y comprensión que encuentra en otros, talvez menos guapos, fuertes y valientes, pero más inteligentes, cultos, instruidos, educados, con virtudes, que la sabrán valorar y hacerla feliz.
Las muchachas inteligentes preferirán al muchacho que pueda darles seguridad económica, fidelidad y sobre todo verdadero amor. Las primeras atracciones inmaduras, instintivas, pueden hacerle sentirse atraída por las apariencias de muchachos que quizá sean vagos, holgazanes, viciosos o violentos. Pero cuando una muchacha inteligente madura, la razón prevalece sobre los instintos y sabe escoger para ser su esposo y el padre de sus hijos a un buen hombre, no por ser muy macho, sino considerando sus virtudes, principios y valores.
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