A criterio del Obispo de la Diócesis de Matagalpa y administrador apostólico de la Diócesis de Estelí, monseñor Rolando José Álvarez Lagos, se debe “extirpar” de la mente de los nicaragüenses y de sus acciones, como si fuera un tumor maligno, todo aquello que destruye el proyecto de ser un país y una sociedad mejor.
Dijo que “no nos ayuda la deshonestidad, la mentira la extorsión la falsa denuncia, la injuria, la difamación, el enjaular las ideas”, y recordó el octavo mandamiento que prohíbe falsear la verdad en las relaciones con el prójimo.
“Prohíbe el falso testimonio y perjurio, una afirmación contraria a la verdad. Posee una gravedad particular cuando se hace públicamente, cuando es pronunciada bajo juramento se trata de perjurio, y compromete gravemente el ejercicio de la justicia y equidad de la sentencia pronunciada por los jueces”, expresó el líder católico.
Estas palabras fueron emitidas en su homilía de domingo, la cual basó en la edificación de una nación que se abra al desarrollo y crecimiento. “Debemos cumplir con nuestros deberes según la responsabilidad de cada uno y trabajar por ese país que anhelamos, por las instituciones, por la unión de las familias, por el servicio a nuestro prójimo, por la solidaridad hacia quienes nos rodean, por una convivencia y paz social, por el respeto a la dignidad de toda persona”, expresó el religioso.
“Dice San Pablo Sexto, porque si el desarrollo es el nuevo nombre de la paz ¿quién no querrá trabajar con todas las fuerzas para lograrlo?, termina la cita”, manifestó monseñor Álvarez.
El jerarca católico resaltó que “la calumnia son palabras contrarias a la verdad que dañan la reputación de otros y da ocasión a juicios falsos respectos a ellos. Todo esto anula el proyecto común de ser una sociedad respetuosa de la persona y sus derechos”, puntualizó.
“Por el contario, es fundamental que en todas las relaciones humanas, según la doctrina social de la iglesia, la solidaridad se presente bajo las siguientes premisas, como principio social y como virtud moral”, agregó.
“La solidaridad es también una virtud moral, no un sentimiento superficial por los males de tantas personas cercanas o lejanas, es al contrario la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común, es decir por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsable de todos”, concluyó.
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