Cuando Melania Trump se convirtió en la primera dama de los Estados Unidos tras el juramento de su marido, Donald Trump, como 45 presidente de la nación norteamericana el pasado 20 de enero, la mayoría de los analistas políticos y de sociedad coincidían en la complicada tarea de la eslovena en suceder a su antecesora, Michelle Obama.
En estos cien primeros días, Melania ha mantenido un papel muy discreto, “muy prudente” para la opinión pública del país, que ha ido de “menos a más”, en el decir de los estadounidenses.
Bajo la eterna comparación con Michelle Obama, Melania se ha tomado con mucha calma su papel de “first lady” por una razón primordial: su empeño en proteger a su hijo Barron y que éste terminara sus estudios en su colegio de Nueva York.
La exmodelo eslovena ha roto una de las grandes tradiciones de las primeras damas y todavía no se ha instalado en la Casa Blanca, en Washington, como manda el protocolo. Hasta ahora sigue viviendo en un lujoso ático de la Torre Trump en Manhattan y lo hará hasta junio, cuando Barron termine el curso escolar.
Entonces será el momento de la mudanza definitiva a la residencia oficial del presidente estadounidense, aunque desde el pasado 20 de enero, Melania ha viajado en varias ocasiones, tanto a Washington como a Miami, concretamente al club privado de recreo Mar-a-Lago que Donald Trump posee en la localidad de Palm Beach, y que ya es conocida como “la Casa Blanca de invierno”. En algunas ocasiones, Melania ha estado acompañada de sus padres Viktor y Amalija Knavs.
Estos viajes, además del gasto en seguridad de la estancia de Melania y Barron en Manhatthan, que según las autoridades neoyorquinas oscilan entre los 127.000 y 146.00 dólares diarios, no han pasado desapercibidos para los críticos del clan Trump.
Unas críticas que no parecen afectar a Melania quien, poco a poco, ha ido organizando su propia agenda, además de acompañar a su esposo en algunos actos oficiales y recibir y hacer de guía a las esposas de los mandatarios que han visitado Estados Unidos.
Entre ellas la de China, Peng Liyuan, a quien acompañó a visitar una escuela en Palm Beach (Miami); la esposa del primer ministro israelí, Sarah Netanyahu, en el Museo de Historia y Cultura Afroamericana de Washington; o la reina Raina de Jordania, en un colegio público femenino de la capital estadounidense, donde expresó su deseo de trabajar por la educación y el papel de la mujer.
“La educación es fundamental para nuestros esfuerzos de arrojar luz a la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer”, dijo en un breve discurso el 6 de abril.
Un mensaje que ya había expresado una semana antes cuando Melania prometió “vigilar” a aquellas naciones que no hagan lo suficiente por proteger los derechos de las mujeres y también luchar contra la violencia de género.
”Debemos declarar que la era de permitir la brutalidad contra las mujeres y los niños ha terminado”, declaró la primera dama estadounidense en la gala “Mujeres Valientes”, organizada por el Departamento de Estado en Washington.
En la biografía que aparece en la página web de la Casa Blanca destaca que la “pasión” de la primera dama por las artes, arquitectura, diseño, moda y belleza “solo puede ser superada por su dedicación a ayudar a los demás”.
En este sentido, Melania “se preocupa profundamente por los asuntos que afectan a las mujeres y los niños, y ha centrado su plataforma como primera dama en el problema del acoso cibernético entre nuestros jóvenes”, se explica en esta biografía.
Fuente: EFE
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