Cartas de Amor a Nicaragua – Fabio Gadea Mantilla
Querida Nicaragua: Me encontré con un amigo a quien noté sumamente nervioso. Le pregunté por el problema que parecía tener para tratar de ayudarle y la verdad es que no me supo decir cuál era su problema pues aparentemente no tenía ninguno en especial. Mi amigo no tiene problemas de tipo económico, no es rico pero tiene su casa, su carro, es viudo con dos hijos ya grandes, un chofer y una empleada que atiende las labores de limpieza y de cocina. Es decir, todo lo necesario para vivir tranquilo a sus 68 años, está jubilado y tiene además sus centavitos a buen recaudo en el banco. Fue cuando comencé a conversar con mi amigo que me di cuenta del problema.
Comenzó a hablarme del coronavirus, la pandemia Covid 19. Lucía una fina mascarilla y una botellita de alcohol gel para frotarse las manos cada diez minutos más o menos y me dio detalles que yo no conocía sobre la pandemia. Llevaba la cuenta diariamente de los muertos por la peste en EE.UU. y también por los casos registrados cada día tanto en EE.UU. como en México, Brasil, España, Francia, Italia, sin desconocer los avances del Covid 19 en los países centroamericanos.
Igualmente, como si le hubiesen dejado una tarea en el colegio, conocía con precisión las muertes ocurridas en Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Chile, Argentina, etc. y cuando mencionaba el número de casos sospechosos y de muertes producidas, se le notaba cierta agitación en el cuerpo como si tuviera un miedo exagerado de caer víctima de la pandemia.
Me dijo además que se sentía muy enfermo y solitario y que le faltaba poco tiempo para irse de este mundo. Me dejó perplejo y preocupado. Le dije que no se iba a morir atacado por la pandemia, pero que al paso que iba moriría de pura depresión. Hermano le dije, debes dejar de pensar en la pandemia que realmente es una peste mundial pero no va a venir a buscarte pues ya veo cómo te estás comportando con el lavado de las manos y sin despegarte la mascarilla.
Te recomiendo no ver televisión, sobre todo CNN que día y noche habla de la peste, no escuchés noticias escandalosas en las radios, y olvidarte del Covid 19. Pensá en cosas positivas y no en enfermedades y pestes que te tienen en un estado de salud lamentable.
Lo acompañé a su casa y pude ver los cuadernos donde llevaba anotados el número de casos sospechosos y de muertes por la pandemia en cada uno de los países que antes mencioné.
Esto, le dije, te tiene enfermo. No te vas a morir por la pandemia porque aquí en tu casa estás bien resguardado, pero sí la depresión te puede llevar a un estado peligroso para tu salud. Rompe todos esos cuadernos y tratá de oir música agradable, música de ayer que te recuerde los años felices de tu juventud.
Dos meses más tarde se me ocurrió ir a visitar a mi amigo. Le anuncié mi visita y me recibió con alegría. En una mesa de la terraza de su casa hizo servir dos cervezas bien heladas y unas boquitas de chicharrón con yuca, el clásico vigorón granadino. Nos saludamos con el codo y platicamos largamente mientras escuchábamos en su computadora la inmoral Polonesa de Federico Chopin.
Me alegró muchísimo haberlo encontrado sin que pronunciara una palabra sobre la pandemia y que tuviéramos una conversación agradable recordando nuestros años de estudiantes y muchas otras agradables aventuras de los días del pasado. Me encantó haber hecho de psicólogo sin haber estudiado psicología.
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