En este artículo completaremos el análisis sobre las consecuencias e implicaciones de la ruptura de la Alianza Cívica con la Coalición Nacional.
La primera consecuencia es la confusión. Efectivamente, el comunicado emitido por la Alianza Cívica está tan pésimamente elaborado y plagado de retórica redundante que, en lugar de aclarar la situación y fijar una ruta creíble, más bien deja al descubierto falta de coherencia en las ideas y contradicciones en los propósitos.
No es preciso entrar en detalles. Comencemos por leer los señalamientos que el comunicado dirige a la Coalición Nacional: “ha prevalecido el muro de una política tradicional, que se resiste a dar paso a nuevas generaciones de líderes e ideas y el afán de organizaciones políticas tradicionales de no abandonar viejas prácticas antidemocráticas, impositivas, cayendo en las discusiones sectarias y conflictos internos estériles, así como la política de la descalificación”
Es decir, a los socios que ellos mismos escogieron los acusan de ser políticos tradicionales, de prácticas anti democráticas, impositivas, sectarismo, pugnas de liderazgos y de alentar conflictos internos estériles y políticas de descalificación.
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Y seguramente esos señalamientos reflejan la realidad. Ya en varias oportunidades nos hemos referido a las joyitas que pululan en la Coalición.
Pero no es toda la realidad. Porque, como en un juego de espejos, esas acusaciones también son válidas para quienes suscriben el comunicado porque, lo que hasta ahora hemos visto en la Alianza Cívica, con honrosas excepciones, es exactamente las mismas prácticas tradicionales: ambiciones de liderazgo, pretensiones de dominio y control, falta de transparencia, sectarismo y descalificaciones. Y ese comportamiento ha estado expuesto al conocimiento público, no ha sido ningún secreto. Que conste, no lo decimos solo nosotros. Connotados miembros de la misma Alianza lo han aseverado y repetido en medios de comunicación.
Y no es que se trate de esperar o aspirar a santidades, sino, al menos, propósito de enmienda.
Así que los señalamientos vienen a resultar más pretextos que argumentos.
En el mismo comunicado, se incluye el siguiente párrafo:
“…hemos tomado la decisión de sostener cordial y constructivamente las relaciones y esfuerzos bilaterales con la Coalición Nacional y cada una las organizaciones que la integran, pero cesar nuestra participación en el esquema del Consejo Nacional y las demás instancias que la conforman. Y por eso nos salimos de la Coalición Nacional, para impulsar una plataforma política y electoral unitaria e inclusiva”.
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O sea, después de descalificar a sus antiguos socios imputándoles una serie de vicios, a renglón seguido afirman que van a sostener relaciones cordiales y a impulsar una plataforma política y electoral unitaria.
¿En qué cabeza cabe que después de semejantes descalificaciones se puede aspirar a sostener relaciones cordiales y constructivas?
Y, si son ciertas ¿Qué sentido tiene volver a esa sociedad?
Señores… ¿Alguien puede entender semejante contradicción? O, dicho más claramente, ¿alguien puede creer en argumentos como éstos?
Una de dos. O tienen un gran enredo en sus intenciones y en la lectura de la realidad. Y eso está mal. O, lisa y llanamente están mintiendo y subestimando la capacidad de entendimiento de la gente. Y esto es peor.
Si la confusión es la primera consecuencia, la siguiente es que la misma Alianza está dejando como saldo su propia fractura interna. Las renuncias ya comenzaron. Y la fragmentación ¿A quién sirve?
Pero hay consecuencias más graves:
Admitamos que hay un importante sector de la población que está siguiendo los hechos.
¿Esta dinámica confusa y contradictoria alimentará la confianza y la credibilidad de la población en las organizaciones que dicen representarla?
Ya las recientes y acreditadas encuestas mostraban la profunda brecha existente entre la población -que en su inmensa mayoría rechaza al régimen- y su credibilidad en las organizaciones opositoras.
¿Cómo quedará ahora esa brecha?
Cuando más se necesita alimentar la moral de la gente y su espíritu de lucha, más bien siembran incertidumbre y desconfianza.
Y esta es la consecuencia más perniciosa: Minar la moral y abatir el espíritu de lucha.
Porque ¿A cuenta de qué un ciudadano común y corriente va a exponer su libertad, o sus bienes, o arriesgarse a que lo garroteen o lo maten si perdió la confianza en las organizaciones opositoras? Y frente a esta realidad, más allá de buenas o malas intenciones, el principal beneficiario es Ortega. Él y sus secuaces seguramente están en palco disfrutando del momento.
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Desaprovechamos así, miserablemente, que la dictadura atraviesa una etapa de franca debilidad.
Debemos alertar sobre otro peligro inminente: Que se desate una lucha caníbal entre las organizaciones opositoras, en los medios de comunicación, redes sociales y a nivel organizativo y político. Y por protagonismo e interlocución ante la comunidad internacional.
Para lo que pueda valer esta aspiración, les expresamos que al menos deberían acordar un entendimiento de no agresión, a fin de evitar mayores perjuicios, desesperanzas y zozobras en la población.
Finalmente, más allá de lo errático que puedan haber resultado las decisiones que ha adoptado la Alianza Cívica, queremos seguir creyendo que detrás de estos juegos y rejuegos no se esconden propósitos espurios. Nuestra historia está plagada de tantos pactos, componendas, engaños, maquinaciones y perfidias que nos aguijonea una y otra vez el conocido adagio popular: el que se ha quemado con leche hasta la cuajada sopla.
Así que, por si acaso, vamos a tener que soplar la cuajada.
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