Fabio Gadea Mantilla (*)
Querida Nicaragua: Nuestro Señor Jesucristo, que leía en el corazón de sus apóstoles, señaló a Pedro para hacerlo cabeza de su Iglesia, la única y verdadera Iglesia de Cristo: “Tú eres Pedro que significa piedra. Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán frente a ella”.
Las turbas infernales orteguistas han creído que porque penetran al interior de los templos profanando la Casa de Dios están teniendo éxito, están cumpliendo a cabalidad con las órdenes de sus jefes, creen estar ganando una batalla perdida. Es muy fácil entrar garrote en mano a un templo donde un puñado de damas están sacrificándose en una huelga de hambre y donde un sacerdote enfermo lucha por conservar su salud en medio de circunstancias adversas. ¿Será eso un triunfo de las turbas? Y cuando ametrallan durante 15 horas un templo, asesinan a un estudiante, casi matan a un sacerdote, atraviesan con sus balas la túnica del Cristo de la Divina Misericordia y dejan las paredes del templo perforadas a balazos como para dejar constancia de su infernal barbarie, ¿será eso triunfo de los paramilitares orteguistas?
Desde que nuestro Señor nombró a Pedro como primer pastor (Papa) de la iglesia fundada por Él, ha habido alrededor de 260 papas a lo largo de los años y todos han tenido que enfrentar situaciones adversas, enemigos poderosos, reinos enteros con peticiones muchas veces contrarias a las normas de nuestra Iglesia, tal el caso del Reino Unido, Inglaterra, cuyo soberano Enrique VIII pretendía que el papa Clemente VII anulara su matrimonio con Catalina de Aragón para casarse con la cortesana Ana Bolena. El papa se negó al pedimento del monarca quien optó por separarse de Roma, crear su propia religión y hacerse el jefe supremo de la Iglesia de Inglaterra, la Iglesia Anglicana. Muchos papas tuvieron que ir a la guerra, como SS Julio II entre los años 1477 y 1480 mientras Miguel Ángel trabajaba en los frescos de la Capilla Sixtina. Desde los grandes papas de la Iglesia católica con sede en Roma y otros sitios de Europa hasta los cardenales, arzobispos y obispos han tenido que luchar en contra de las fuerzas del mal, de modo que no es nada extraño que en nuestra Nicaragua se haya desatado una campaña de odio contra obispos y sacerdotes.
La Iglesia no tiene ni necesita fuerzas de choque. Ella procura el bienestar de todos, católicos y no católicos, y sus armas son el amor al prójimo, el perdón, la caridad, la paciencia, la oración y la paz. Raramente algunos cristianos de otras denominaciones no se han enterado de la persecución que sufre nuestra iglesia. Han permanecido en silencio. El Evangelio no solo hay que leerlo, hay que vivirlo.
El autor es director de Radio Corporación
Deje su comentario