Cartas de Amor a Nicaragua: Había vez un pueblo …

  • Por Fabio Gadea Mantilla

Querida Nicaragua: Había una vez un pueblo donde el señor alcalde era un hombre muy respetado. Se le respetaba porque era honesto, educado, tolerante y estricto respetuoso de la ley. Había sido electo en elecciones primarias en su pueblo compitiendo con otros tres candidatos con parecidos atributos a los suyos. Sin embargo, su gran simpatía, su honorabilidad, su trayectoria limpia y su honradez acrisolada le hicieron ganar el cargo de alcalde de su comunidad en elecciones limpias y transparentes. Toda la nación había cambiado. El tribunal electoral era electo popularmente no escogido al dedo por los caudillos de los partidos, era electo en elecciones primarias como todos los cargos de elección popular. La selección de candidatos se realizaba por circunscripción popular. Los líderes de cada pueblo presentaban sus candidaturas que solamente exigían alguna preparación intelectual, trayectoria de honradez, moralidad y buenas costumbres, apego a las leyes y demostrar deseos de hacer progresar su municipio. Así se presentaban a las primarias que supervigilaban el tribunal electoral y los organismos nacionales e internacionales de derechos humanos.

Cada alcalde era en su municipio como un presidente en pequeño. No cobraba los impuestos a su antojo sino que con las normas estrictas del plan de arbitrios del municipio; no recibía ni coimas ni sobornos y si alguna vez lo tentaba esa aberración del pasado, era sustituido inmediatamente por el vicealcalde y quedaba fuera de la administración pública. Todos los alcaldes de la nación actuaban con la misma honradez y por eso en cada municipio había progreso, tolerancia y paz. La policía cumplía con las leyes y respetaba al poder judicial, quien si cometía algún delito, asunto que pocas veces ocurría, era puesto a la orden del juez competente quien actuaba apegado a la ley.

Así funcionaban todas las alcaldías de la nación. En cuanto al señor presidente de la República no podía actuar de otra manera, pues si la cabeza del gobierno no actúa bien tampoco lo harán los funcionarios de menor nivel.

Los candidatos a la presidencia igualmente se presentaban cuando reunían las condiciones requeridas para su alto cargo, condiciones que no diferían de las exigidas para los alcaldes y demás funcionarios que debieran ser electos por votación popular. Los candidatos presentarían sus candidaturas ante el tribunal electoral que era absolutamente imparcial. Este escogería a los más calificados y los inscribiría como tales para participar por sus respectivos partidos en elecciones primarias. Cada partido elegiría a su candidato y este competiría en las elecciones nacionales para la presidencia de la República.

Le pido fervientemente a Dios que mis nietos, biznietos o tataranietos puedan llegar a forjar una república como esta.

  • Excandidato a la presidencia de la República y director de Radio Corporación

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