Querida Nicaragua: Hace unos años leí un artículo del famoso escritor peruano español Mario Vargas Llosa, sumamente esclarecedor sobre lo que ha sido la libertad de expresión en los Estados Unidos.
Relata Vargas Llosa sobre el Newseum, el museo dedicado al periodismo, que en esos días fue inaugurado en la capital norteamericana y en donde se puede leer cada mañana las primeras páginas de los ochenta periódicos más importantes del mundo.
El artículo dice que el museo muestra toda la historia del periodismo desde sus tiempos más remotos, desde los tambores africanos primitivos, las planchas de arcilla babilónicas y los pergaminos egipcios, hasta la revolución audiovisual de nuestros días.
En el museo puede apreciarse la historia de los más grandes acontecimientos: la revolución bolchevique, la subida de Hitler al poder, la larga marcha de Mao, todo lo relacionado con la primera y segunda guerras mundiales , la guerra fría, la quiebra de la economía norteamericana de 1929, el asesinato de Kennedy , la crisis de los misiles, el viaje al espacio, la caída del muro de Berlín, los atentados terroristas de las Torres gemelas en Nueva York, y los de Madrid y Londres entre otros centenares de episodios recogidos por el periodismo, ese cuarto poder que a veces es el primero y no el cuarto.
Del artículo de Vargas Llosa me llamó poderosamente la atención la conclusión que saca el famoso novelista: a lo largo de la historia, dice, el periodismo en los Estados Unidos ha gozado de una libertad extraordinaria para criticarlo todo, sin eufemismos ni pelos en la lengua. No hay país que, como los Estados Unidos, se haya sometido a una autocrítica semejante. Hubo muchas batallas y obstáculos en el camino, pero siempre aparecieron órganos de prensa y periodistas que se enfrentaron a los intentos de censura del Gobierno. Ese periodismo independiente logrado por los hombres de los medios de comunicación en los Estados Unidos, tiene mucha vinculación con el hecho de que la nación norteamericana sea uno de los escasísimos países del mundo que puede jactarse de no haber padecido nunca de un dictador. En Estados Unidos siempre ha habido una democracia libre y jamás se ha instalado una dictadura.
Nosotros en Latinoamérica, donde vivimos criticando acremente a los Estados Unidos, hemos vivido de dictadura en dictadura, de satrapía en satrapía. Nuestros periodistas han sido siempre reprimidos, torturados, desterrados o muertos. Y no sólo en Latinoamérica, también en Europa. Reyes déspotas, y luego regímenes criminales como el de Lenín y Stalin en Rusia, el de Hitler en Alemania, el de Mao en China, han mantenido a sus pueblos bajo la bota de dictaduras oprobiosas.
Y viendo nosotros el ejemplo de los Estados Unidos, leyendo su Constitución que es todo un monumento al respeto y bienestar de los ciudadanos, conociendo la historia de sus próceres más ilustres como Jorge Washington, Thomas Jefferson, Benjamín Franklin, de sus presidentes más nobles y patriotas como Abrahan Lincoln, no hemos sido capaces de imitar en algo a ese gran país. Y es más, nuestros modelos son otros. Buscamos el modelo autoritario, el modelo del fusil y de la barba crecida, del discurso demagógico, el discurso que lucha contra la pobreza pero que en la vida real ama la opulencia y el lujo.
No nos gusta imitar el record de los Estados Unidos 240 años de vida independiente sin haber tenido nunca un solo dictador. 240 años en los cuales cada cuatro años se elije un nuevo presidente y donde los poderes del estado son totalmente independientes y donde la justicia sí tiene los ojos vendados.
Pero no queremos imitar eso. Imitamos lo contrario. Creamos dictadores aunque luego tengamos que botarlos en cruentas guerras civiles.
Ojalá algún día tratemos de vernos en el espejo de los países que sí han tenido éxito en el mundo.
Me pareció muy oportuno para los tiempos que vivimos reproducir estas ideas del gran escritor Premio Nobel de Literatura.
los programas de espionaje creados por Washington con el objetivo de neutralizar eventuales atentados socavaron la libertad de prensa.
Los periodistas temen también que el simple hecho de hacer su trabajo los haga sospechosos a ojos de las autoridades. “Ya hubo ocho demandas penales contra fuentes (administración de Barack Obama, ndlr), contra tres previamente, y eso no ha pasado desapercibido entre nosotros ni para nuestras fuentes”, Charlie Savage, reportero de The New York Times, ganador del Pulitzer. (www.ultimahora.con)