Edmundo Jarquín
Ortega no quiere el diálogo y nunca lo ha querido. Está en el mismo por las circunstancias que lo han condicionado. Desde luego, sin la crisis política nacional derivada de la represión, matanza de centenares, presos políticos y exiliados, que han conducido a una grave crisis económica, aislamiento y sanciones internacionales, Ortega hubiese continuado impertérrito construyendo su dinastía dictatorial.
La Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia (ACJD), con el respaldo de la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB) y la casi totalidad de la sociedad nicaragüense, y de sus principales actores, el Ejército incluido, buscó insistentemente el diálogo y las negociaciones como la consecuencia natural de la vía cívica, pacífica y legal para la única solución posible a la crisis: el cambio de gobierno por la vía electoral.
El diálogo está nuevamente estancado, aunque no cancelado. La razón de fondo del estancamiento es la negativa del gobierno a la aceptación de su realidad, mientras maniobra con el dolor de las víctimas y las presas y presos políticos.
Tal como nos preguntamos la semana pasada: ¿Es que alguien, fuera de Ortega y su familia, cree que el gobierno pueda rehacer las alianzas nacionales e internacionales para recuperar el crecimiento económico autoritario? ¿Es que alguien puede creer que se olvidará la matanza y violaciones a los derechos humanos?
El estancamiento del diálogo conducirá a la intensificación de las condiciones que llevaron a Ortega, a regañadientes, al mismo. La presión de todos los actores nacionales e internacionales se intensificará, al mismo tiempo que las expectativas económicas de solución a la crisis van a empeorar, así como la liberación parcial de presos políticos de ayer solamente intensificará las presiones por la liberación de la totalidad y el cese a la represión.
La semejanza de nuestra situación con Venezuela subraya, a la vez, las diferencias: no existen en Nicaragua intereses petroleros de Rusia y China, ni presencia cubana en el control del ejército, ni este tiene vínculos orgánicos con el narcotráfico, entre otras distinciones.
Pero la comparación con Venezuela no solamente es para señalar semejanzas y diferencias, sino también para que todos los actores con incidencia en nuestra situación evitemos llegar a la tragedia que vive ese pueblo.
El autor fue candidato a la Presidencia de Nicaragua.
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