Adolfo Miranda Sáenz
Los expertos serios —profesionales y no charlatanes— coinciden en que la gente es feliz cuando logra estar satisfecha con su persona y su vida, tal cual es. Esto no es conformismo ni significa dejar de ponernos metas. Por supuesto que todos debemos aspirar a ser cada vez mejores en todo sentido, y que debemos tener metas en la vida. Todos podemos ser mejores de lo que hoy somos y obtener logros importantes.
Pero es necesario tener metas realmente posibles de alcanzar y formuladas por las razones correctas, que nos den logros y eleven nuestra autoestima, para sentirnos satisfechos y realizados. Así, incluso, podremos manejar mejor los errores que cometemos y los fracasos que se nos presenten en el camino.
Pero ponernos metas no-realistas y por razones equivocadas, son el camino a la infelicidad por la frustración que obtendremos y los sentimientos negativos que nos motivan. Por ejemplo, una razón equivocada para ponernos una meta sería la envidia que sentimos por el éxito de otros. Debemos ponernos metas realistas para superarnos a nosotros mismos, no metas para superar a otros.
Ser feliz implica no envidiar a quienes logran metas más altas (merecidas o no). La envidia y la felicidad son absolutamente incompatibles. Es buena la admiración sana por personas exitosas, el reconocimiento a quienes triunfan, tener un paradigma digno de imitar; pero, la envidia es dañina e impide lograr la felicidad.
Valoremos lo que somos, lo que hemos logrado y lo que podemos lograr. Una persona que sabe ser feliz disfruta plenamente de su vida, de sus éxitos, de los momentos de alegría, bienestar y satisfacción que tiene en su vida actual, por simples o pequeños que sean, y sin renunciar a lograr nuevas metas.
Tengamos en cuenta que somos felices cuando gozamos de la sensación de bienestar general como resultado de tener momentos placenteros relacionados con aspectos simples de la vida diaria, como estar con nuestra familia o con amigos en una convivencia agradable; disfrutar de una buena película, de un juego, de una refrescante bebida al final del día de trabajo bien hecho, de la sonrisa de un niño, de una música agradable o de un buen libro.
Existe el dolor y es imposible no sufrirlo en esta vida. Existen los problemas: pequeños, grandes… ¡inmensos! Nadie vive sin enfrentar problemas. También existe la muerte: la propia y la de los seres queridos, que se presenta en nuestras vidas sin que podamos evitarla, a veces en situaciones dramáticas e incomprensibles.
Las personas felices enfrentan problemas o viven situaciones negativas o dolorosas, pero las saben enfrentar de la mejor forma posible: con serenidad. Sin perder la esperanza. En la vida a veces tendremos baches, bajones, situaciones adversas… ¡Tendremos golpes duros! Pero no todos son para siempre. Unos duran días, otros semanas… meses… ¡años! Pero las situaciones cambian, y por eso no debemos caer en la desesperación (que significa no tener esperanza). A veces recibimos golpes que nos duran toda la vida, y tendremos que aprender a vivir con eso, y a pesar de ello, ¡ser felices!
A pesar del dolor, de los problemas y la muerte, ¿se puede vivir feliz? ¡Claro que sí! ¿Es posible ser feliz con todo eso? Sí, lo es, siempre y cuando sepamos tomar las decisiones correctas y asumamos actitudes correctas, y así escojamos el verdadero camino a la felicidad. Al fin y al cabo tu felicidad dependerá de ti mismo, de las decisiones que tomes y de las actitudes que asumas en tu vida.
El cristiano sabe enfrentar las dificultades, además, con confianza en Dios. Jesús dice que de nada sirve angustiarnos, pues por mucho que nos angustiemos no podemos prolongar nuestra vida ni un poco. También Jesús dice que ya nuestro Padre Celestial sabe lo que necesitamos (¡que no siempre es lo que queremos!) y que Él cuida de nosotros (Mateo 6,25-34).
El autor es comentarista de temas políticos, culturales y religiosos
www.adolfomirandasaenz.blogspot.com
Deje su comentario