Adolfo Miranda Sáenz
Hemos escrito sobre las esposas que tuvo Napoleón Bonaparte. Primero, Josefina, quien fue una mujer superficial, libertina, de muchos amantes y traidora a Napoleón. La segunda, María Luisa, que se casó obligada por su familia y por razones políticas; nunca lo amó y más bien sentía desprecio hacia él, incluso tuvo un amante con quien procreó dos hijos cuando Bonaparte sufría en prisión. Si Napoleón se hubiera casado con quien lo amó fielmente toda su vida, Desiré Clary, hubiera tenido una bella esposa fiel, culta, que habría ostentado con mayor dignidad la corona de Emperatriz de Francia y le hubiera dado buena descendencia.
Bernardine Eugénie Désirée Clary, conocida como Desiré Clary, nació en 1794 en Marsella, hija de un rico fabricante de seda. Fue muy unida con su hermana Julie Clary, quien se casó con el hermano de Napoleón, José Bonaparte, quien más tarde sería rey de España. Desiré recibió su educación en un convento como lo acostumbraban las hijas de las clases altas en la Francia prerrevolucionaria.
Al triunfar la Revolución Francesa un hermano de Desiré, Etienne, fue arrestado por el nuevo gobierno. Su familia, incluyendo a Julie y Desiré, hicieron numerosas gestiones para liberarlo. En el proceso conocieron a los oficiales del ejército Napoleón y José Bonaparte. José terminó casándose con Julie, y Desiré se enamoró y amó con devoción al entonces general Napoleón Bonaparte, quien se comprometió con ella para casarse. Cuando Napoleón conoció a Josefina, rompió su compromiso con Desiré. Probablemente esa fue la peor decisión que tomara Napoleón en su vida personal.
Desiré vivió con José y Julie en París como parte de la familia Bonaparte, que la apreció mucho y la apoyó siempre, desde cuando Napoleón rompiera su compromiso para casarse con Josefina. Cuando Napoleón gobernó Francia, Desiré siguió viviendo con su hermana Julie y su esposo José como parte de la corte de Napoleón. En la coronación de Napoleón como Emperador y su boda religiosa con Josefina, Desiré desfiló en el cortejo sin poder disimular algunas lágrimas. Nunca dejó de amar intensamente a Napoleón, lo idolatraba y obedecía ciegamente. Napoleón se encariñó y llegó a amar mucho a aquella joven fiel, alegre, irreverente y tenaz, convirtiéndola en su amante.
Desiré estuvo brevemente comprometida con Mathurin-Léonard Duphot, un general francés cuyo compromiso fue un intento de Napoleón para compensarla con un matrimonio. Duphot falleció antes de casarse. Desiré negaba con vehemencia que tal compromiso hubiera existido alguna vez. Después de la propuesta matrimonial del general Duphot, Desiré recibió otra propuesta, esta vez del general Junot, pero la rechazó. Finalmente, por insistencia de Napoleón, aceptó casarse con Juan Bautista Bernadotte, Príncipe de Pontecorvo y Mariscal de Francia, famoso por sus victorias militares. Napoleón dio a la pareja, como regalo de bodas, una asignación y una casa en la Rue d’Anjou Saint-Honoré, donde residieron mientras vivieron en París. Pero Desiré solo disfrutaba de la compañía de Napoleón, la música y el teatro, pasando los veranos en sus villas del campo.
En 1810, el anciano rey Carlos XIII de Suecia, quien no tenía herederos, adoptó al príncipe y mariscal Bernadotte como su hijo y heredero de la corona. El heroico francés era muy popular entre los suecos, y los militares de Suecia querían que los liderara ante posibles invasiones. Desiré sería la futura reina. Ella pensó que sería solo un título honorífico y cuando supo que abandonaría París se angustió. Fue presentada a la corte sueca en el Palacio Real de Estocolmo, pero muy pronto regresó a París con su único hijo, Oscar, alegando razones de salud, quedándose su esposo en Estocolmo. Desiré volvió hasta después de ser desterrado Napoleón, poco antes de coronarse su esposo Juan Bautista Bernadotte, como Carlos Juan XIV, Rey de Suecia y Noruega. Desiré, lógicamente, fue coronada reina. Posteriormente heredó el trono su hijo, Oscar I.
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