El valor de la libertad de expresión

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Querida Nicaragua: Es muy frecuente encontrar a gente conocida que suele felicitar a los comunicadores sociales, a aquellos que hablamos y que firmamos con nuestra voz en la radio o con nuestros nombres y apellidos en la prensa escrita, a los que en televisión dan la cara para criticar lo que hay que criticar y lo hacen con valentía. Y es usual también que sugieran ciertos temas complicados, delicados, denuncias serias y que al final te digan que hagas la denuncia pero que por favor no menciones su nombre porque no quieren ser señalados como adversario del gobierno.

Esto equivale a decir: la cosa anda mal pero tengo temor de decirlo. Es el comunicador social el que da la cara y el que carga con todos los riesgos. De nada sirve tener el derecho a expresarnos si no tenemos el valor para hacerlo.

Y es que existe muchísima gente que no quiere arriesgarse. Les gusta que sean otros los que se arriesguen. Desde hace días quería comentar un hecho insólito que ocurre todos los días en la página de internet del diario la Prensa. Los artículos de opinión que se publican en el diario son leídos por centenares de personas y naturalmente unos están de acuerdo con el contenido de los artículos y otros no. La Prensa abre sus páginas de internet para que el lector pueda hacer sus comentarios sobre los artículos del periódico. Yo escribo los días martes mis Cartas de Amor a Nicaragua. Y estoy interesado en saber cuántos comentarios provocó. Generalmente son de 5 a 10, casi todos no muy cariñosos, algunos groseros, otros apoyándome abiertamente. Lo malo es que contestan con seudónimos, con nombres ficticios, se esconden para expresar comentarios a veces chocarreros. La gente que oculta su nombre tras un seudónimo sólo merece el calificativo de cobarde. Y eso es lo que son estos individuos en una gran mayoría.

Es claro que hay sus excepciones como en todo. Hay algunos que comentan con criterio sano y firmando con sus nombres, pero son los menos. Pienso yo que quienes usan el internet para escribir con el hígado y no con el corazón ni la cabeza, no merecen tener ese privilegio. No están contribuyendo en nada por el bienestar de la nación. Me atrevo a sugerirle al diario La Prensa que ponga una serie de reglas, la principal de ellas, que cada contestatario firme con su nombre completo, su domicilio, teléfono y correo electrónico. Estoy seguro que de esta manera habría personas mucho más sensatas que pudieran dar opiniones valiosas acerca de diferentes temas.

Los insultos que muchas veces mandan, no sólo al suscrito sino que a todos los columnistas de la Prensa nos indican que de nada sirve tener el derecho de hablar cuando no se tiene el valor para expresar las ideas, cuando se esconden las personas bajo seudónimos. Decía el inolvidable poeta Pablo Antonio Cuadra que una carta sin firma no merece nunca ser publicada, no tiene valor por muchas verdades que diga.

Aquí tenemos el derecho de hablar. Al gobierno se le puede acusar de cualquier cosa, menos de que haya censura. Aquí podemos hablar. Con riesgo pero podemos. Cual es el riesgo? Que no nos den anuncios, que nos quieren hacer desaparecer cerrándonos fuentes de información, no atendiendo a nuestros llamados cuando la delincuencia ataca y roba en nuestras instalaciones, una paliza cando los reporteros tratan de transmitir alguna manifestación democrática, etc. etc. Tenemos riesgos, pero tenemos el derecho de hablar y lo utilizamos con valor. Personalmente quiero dirigirme a quienes comentan mis escritos en la Prensa, pidiéndoles que firmen con sus nombres verdaderos, señalando su dirección o su correo electrónico. Es bueno que se expresen en cualquier sentido, pero sería mejor que lo hicieran firmando con su propio nombre.

La lucha sigue y la patria vive, buenos días y buenas noches Nicaragua!

Fabio Gadea Mantilla

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